Turkmenistán, la primera impresión no siempre es la que cuenta.

Iba a empezar con el curioso cruce de frontera para entrar en este país, pero como lo conté en una entrevista hace poco, os dejo el enlace….os podéis ahorrar el resto de entrevista escuchando solo esta parte desde el minuto 21:55 al minuto 26:42.

El generoso gobierno de Turkmenistán solo concede visados de 5 días y yo, nada más entrar en el país, ya iba mal de tiempo para llegar a la siguiente frontera.

Dudé si entrar en Asjabad, la capital, para lo que tenía que desviarme unos km de mi ruta hacia el este, pero no tenía moneda local, así que decidí hacerlo. No sabía lo que me esperaba y me quedé alucinando mientras entraba en ella.

Es una ciudad que, el excéntrico presidente del país (del que, entre otras cosas, cuentan que le cambió el nombre al pan para ponerle el nombre de su madre) creó de la nada en mitad de una zona desértica. Me pareció surreal: grandes avenidas de 3 carriles centrales y dos laterales por sentido, todos los edificios blancos, todo limpísimo, cuadriculado y, de vez en cuanto, un edificio singular (con forma de cohete, de reloj…) estilo Calatrava, pero como si los hubiera diseñado después de beberse varias botellas de vino.

Lo hacía aún más extraño el hecho de que, a pesar de tanta grandeza y ostentación, no se veía a casi nadie por la calle. Tengo que especificar que era un sábado, sobre las 4 de la tarde y que los termómetros de la ciudad marcaban 42 grados, así que probablemente era normal esa ausencia de vida, pero a mi me daba la sensación de estar entrando en otro planeta en una película de ciencia ficción.

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Asjabat.

Me dirigí al centro y pude cambiar dinero en unas tiendecitas que encontré de camino. De vez en cuando paraba y hacía fotos hasta que, cerca de una rotonda, dos policías me vieron hacerlo y me indicaron por señas que fuera hasta donde estaban ellos. Me hicieron sacar la cámara y borraron algunas de las fotos que había tomado, incluyendo las últimas donde salía parte de esa rotonda.  Antes de despedirme, uno de los policías, colocándose de espaldas a otros dos que estaban al otro lado de la rotonda para que no le vieran, le pasó el teléfono a su compañero y le pidió que le hiciera una foto conmigo y con Vita….

Fui a la estación de tren a ver si tenía suerte y salía alguno con el que atajar un poco (tenía claro que no me iba a dar tiempo a recorrer todo el país en bici). Estaba llenísima de gente, parecía que toda la ciudad se había congregado allí y, después de dos meses viendo túnicas en Irán,  me sorprendieron los coloridos vestidos que llevaban todas las mujeres. No habían trenes en la dirección que yo iba hasta el día siguiente y no me apetecía nada quedarme en esa ciudad, así que seguí mi camino.

Aunque el sol ya estaba bajando, seguía haciendo muchísimo calor, por lo que decidí pedalear hasta un río que se veía en mi mapa. Llegué casi de noche, el río bajaba caudaloso y las orillas estaban escarpadas y no podía acampar cerca. El único sitio bueno que encontré era en una arboleda donde el río tenía un ramal tranquilo. Había unos jóvenes allí, yo los podía ver desde detrás de los árboles pero ellos a mi no. La mayoría parecían sacados del mismo molde que los espigados militares que había encontrado en la frontera y, sin saber decir ni “hola” en el idioma local, me acojonaba un poco acercarme…..pero tampoco tenía muchas más opciones, así que dejé a Vita en el camino y entré con mi mejor sonrisa. Les indiqué por gestos si podía acampar allí y me dijeron que sí. En cuanto me vieron llegar de nuevo con Vita, se acercaron todos, me ayudaron a empujarla por la arena, a montar la tienda y me invitaron a cenar y a compartir las cervezas que estaban tomando.

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Primera noche en Turkmenistán, no supieron sonreír para la foto, pero eran muy majos.

Al día siguiente pude seguir  comprobando la generosidad de la gente. Empecé pedaleando, pero aproveché que una camioneta paró a hacerme fotos para pedirle al conductor subir a Vita y empezar a atajar. Me llevó un rato y, poco antes de donde me había dicho que tenía que desviarse, me preguntó si quería parar a comer. Le dije que como él quisiera, paramos, se fue a pedir y, al poco tiempo, sacaron mi comida y me dijo que no le esperara y que fuera comiendo. Creía que le estaban haciendo la suya pero no, cuando acabé de comer se levantó a pagar y me hizo un gesto de que nos fuéramos. Le pregunté por su comida y me dijo que ya comería en su casa.

Seguí pedaleando un rato hasta que paré a merendar (como muchísimo cuando viajo con Vita). Decidí probar suerte y me puse al lado de la carretera a hacer autostop.

Para un policía en un coche privado y me pregunta si tengo problemas. Le digo que no y le explico que, como no me da tiempo a llegar a la frontera antes de que me caduque el visado, quiero ahorrarme unos km de bici. Me dice que puedo tomar un taxi por 20 euros y le digo que no. Me sugiere que vaya hasta el siguiente pueblo y, una vez allí, tomar un bus hasta la ciudad a la que quiero llegar por 5 euros. Me parece mejor idea y le digo que haré eso. Se queda pensando y me dice que también puede parar un Toyota tipo pickup (que se ven muchos en el país) y que me lleve por 10 euros….en ese momento me suena al doble y le digo que no, que mejor pedaleo hasta el pueblo.

Empiezo a pedalear y a los pocos minutos ya me estoy arrepintiendo. El pueblo está a 20km, pero hace mucho calor y tengo viento en contra, así que me va a costar dos horas llegar allí…..me estoy llamando de todo por no haberme gastado los 5 euros de más cuando, de repente, aparece el mismo policía de cara con un Toyota detrás. Me dice que le dé 5 euros al conductor y él pone los otros 5 de su bolsillo para que no tenga que hacer los 20km en bici!!

Al día siguiente, al pasar por el desvío de un pueblo, un chico me pide una foto. Paro y me invita a su casa, le digo que voy con algo de prisa, pero parece muy majo y acabo aceptando. Se llama “Kaka”, estudia en China y está ahora de vacaciones,  me lleva a su casa y me presenta a su hermano (que también estudia en China) y a su padre. Su padre le da dinero para que me lleve a un restaurante. Una vez más como solo (él ya había comido), pero es mi anfitrión el que paga la cuenta. Mientras como, me cuenta que no hay mucho futuro en su país y que, tanto él como su hermano, no tienen intención de regresar cuando acaben sus estudios.

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Kaka con su padre y su hermano Tagan.

Ya estoy adentrándome en el desierto y hace muchísimo calor. Calculo que bebo un litro de agua por cada 10km que hago, no porque tenga sed (en realidad tengo el estómago lleno de agua) sino porque, de no hacerlo, la lengua, labios y paladar se me secan tanto que parece que en vez de piel tenga una lija, así que voy metiendo sorbitos en la boca y aguantándolos un rato para humedecerlos un poco. En Irán rechacé varias sandías que me intentaron regalar por no tener que cargar con el peso, pero aquí acepté las dos que me regalaron gustosamente y era un auténtico lujo refugiarme de vez en cuando un rato a la sombra de un arbusto para comerme unos cuantos pedazos.

Mi prioridad, cada noche, era encontrar algo de agua donde refrescarme antes de dormir para bajarle la temperatura al cuerpo y lo hacía aunque tuviera que desviarme varios kilómetros por caminos de tierra.

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Pasando por una aldea.

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Habéis visto algo de agua por aquí?

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Regalazo al final de un día caluroso.

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No siempre hubo suerte con el agua, pero sí con las vistas 🙂

El último día de visado aún estoy a 140km de la frontera. Pensaba que iba a avanzar más, pero el viento quería jugar a otra cosa y me lleva varios días frenando. Ese día también sopla fuerte en mi cara. No estoy seguro de a qué hora cierra la frontera y no me quiero arriesgar, así que directamente me pongo a hacer autostop al lado de la carretera.

No hay casi tráfico pero, a la media hora, veo venir un camión que me hace luces desde lejos. El conductor para y, entre los dos, subimos a Vita encima de un montón de sacos de arena que lleva cargado el camión. El conductor, muy majo,  me dice que me vio el primer día en Asjabat y el tercero en Mary. Me da un par de refrescos y hacemos el viaje hasta Turkmenabat (la ciudad antes de la frontera) compartiendo charla y pipas y así, sin estrés ninguno, consigo salir de país a tiempo.

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Vita siendo transportada plácidamente hacía la frontera.

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4 respuestas a Turkmenistán, la primera impresión no siempre es la que cuenta.

  1. Chema dijo:

    Maravillosas historias y anécdotas nos cuentas siempre 🙂 Te seguimos Quico!

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  2. sadiewolf2014 dijo:

    Hi great post, WordPress translated for me! Great to meet you, Rachel from the tea stall in Puskar.

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