Adiós China!!

Me suelo tomar las mañanas con calma y, entre recoger las cosas y despedidas, salí de Kashgar sobre las 12 del mediodía.

A unos 10km de la ciudad, me encuentro con un enorme puesto policial como el que había a la entrada de la ciudad. Dejo a Vita fuera y entro con mi pasaporte . El policía de turno me señala una ventanilla. Me acerco y le doy el pasaporte a una de las dos policías que hay sentadas tras el cristal. Se pone a anotar los datos en un papel y la otra me pregunta con un inglés muy básico :

– “¿Donde vas ?”

– ”A tashkurgan”

– ”¿Donde está tu conductor?”

– ”No tengo, viajo en bici”…

Pone cara rara, pilla el teléfono, llama a alguien, intercambia unas frases y me lo pasa.

– ”Dice mi compañera que va usted a Tashkurgan en bici…”

– ”Si”

– ”Y cuanto calcula que va a tardar?”

En un chat de viajeros había leído que la policía China no tiene ni idea de lo que se tarda en llegar a los sitios en bici y era hora de comprobarlo.

Dudo unos segundos mientras emitió un «ehhh» como si lo estuviera calculando. En realidad estoy pensando en que tengo que decir el número más alto de horas que pueda, pero sin que se me haga demasiado tarde, ya que en esa zona sigue sin estar permitido acampar.

– “unas 8 o 9 horas…..9 y media como mucho”

– “Ah si? Ok!. Y lleva usted mapa?”

– “Si, tengo gps en el móvil y me descargué el mapa de la región.”

– “Pues tiene usted que tomar la carretera 314, es la más directa y la más segura para usted”

– “Si gracias, es la que pensaba tomar”contesto, aunque en realidad no tengo ni idea del número de la que quería seguir.

– “Que tenga usted buen viaje!”

– “Gracias! Muy amable!”

…..

Salgo con la cara de póquer con la que me he disfrazado desde que entré en el control, pero con una gran sonrisa interna por el golazo por toda la escuadra que les acabo de meter: No solo Tashkurgan está a 270km de aquí, además, estoy a una altura de 1300m y tengo que pasar por un puerto de más de 4000m para llegar hasta allí! En realidad calculo que me llevará 4 o 5 días hacerlo, pero entre que no se puede acampar y no hay hoteles para turistas en el trayecto, si les decía la verdad, me mandaban de vuelta a la ciudad para que tomara un bus 🙂

Justo antes de salir del edificio se me acercan dos policías, creo que una es con la que he hablado porque me pregunta por el mapa otra vez y me dice si me hace falta algo o si me tienen que llevar a algún sitio. Les digo que no, me despido amablemente, subo en Vita y, por si me están mirando, acelero todo lo que puedo para que parezca que puedo viajar rápido con ella.

Los siguientes días fueron de bastante tensión, sobre todo al atardecer, primero por el miedo de pillar un control (y que esta vez no colara que era capaz de llegar a Tashkurgan ese mismo día) y, segundo, porque había oído que, si me pillaban acampando, tenía que pagar un taxi hasta el próximo hotel. El problema es que en esta zona de China unos hoteles son para locales y otros para turistas y, de estos segundos, solo había en la ciudad que había dejado atrás y en la que me esperaba, con lo que, aparte de perderme esa espectacular ruta, me iba a salir caro el taxi (y eso suponiendo que apareciera uno donde pudiera meter a Vita). En la carretera también había cámaras cada poco, así que me esperaba a que hubiera poca luz y, cuando encontraba un sitio para acampar, salía rápido de la carretera pidiéndole al universo que no hubiera nadie mirando lo que grababa esa cámara. Desgraciadamente el estrés no acababa ahí. El gobierno tiene muy bien entrenada a la gente y me habían comentado que, si alguien me veía acampando, iba a llamar a la policía. No porque creyera que yo era una amenaza, ni porque les pareciera mal lo que hacía, sino porque, desde pequeños, les han enseñado que si ven algo raro tienen que llamar a la policía, así que, en ese caso, solo estarían haciendo “lo que tienen que hacer”. Me escondía bastante, aún así, un par de noches me rallé con el sonido de algún coche que se acercaba y, una mañana, en la que pasó un hombre en burro y me vio, desmonté lo más rápido que pude y salí de allí sin ni siquiera desayunar por si daba la voz de alarma.

Afortunadamente fueron solo paranoias mías y nadie me denunció ni vino a buscarme mientras estaba acampado. También tuve suerte con los controles, mucho menos abundantes en esta zona (creo que solo pillé dos en esos días) y donde nunca me hicieron ninguna pregunta.

Además, enseguida pude comprobar, una vez más, que una cosa son los gobiernos y otra las personas. El primer día, en apenas unas horas, me habían parado varias personas y me regalaron tal cantidad de frutas, pan, zumos y dulces que ni siquiera me hice la cena esa noche. Además un hombre me invitó a su casa a cenar, pero yo tenía entendido que si la policía se enteraba de que había metido en casa a un viajero podía tener problemas, así que decliné la invitación y seguí pedaleando hasta que se hizo de noche y pude acampar sin ser visto.

Los siguientes días continuaron los regalos, las sonrisas y caras de sorpresa de los chinos que se cruzaban en mi camino (los comentarios de ”hero”, “cool!” “superstar” eran frecuentes en aquellos días). Varios de ellos me dijeron, muy emocionados, que se sentían muy afortunados por haberme visto e incluso hubo un día en que un autobús de línea paró a los pocos metros de adelantarme y empezaron a bajar todos los pasajeros móvil en mano para hacerse fotos conmigo! 🙂

Otro día, ya atardeciendo, paré en sitio que tenía unas tiendecitas. Habían varias caravanas allí cerca y enseguida sus ocupantes se acercaron y me invitaron a cenar con ellos. No sé qué programa era, pero tenían un software de traducción automática que funcionaba estupendamente (estoy hablando de hace 4 años y, entonces, el traductor de google no iba tan bien) así que, además de una deliciosa cena, disfruté de una buena conversación con gente local. Al terminar, insistieron que montara mi tienda entre sus caravanas, pero les expliqué que les podía meter en problemas y, aunque parecía que no lo acababan de entender (eran de la etnia “Han” y para ellos lo de los controles y cámaras era solo por la supuesta presencia de terroristas) me despidieron deseándome suerte y bendiciones.

Creo que me llegaron las dos: esa misma noche acampé en la orilla de un lago precioso y, al día siguiente, ya cayendo la tarde, iba preocupado porque no tenía agua, no había pueblos cercanos y un río que salía en el mapa (y del que había pensado filtrar agua al menos para poder hacerme la cena), estaba totalmente seco. Seguro que ya he comentado varias veces (no voy a releer todo el blog para confirmarlo), que soy mucho de pedir al universo (y de agradecer después, claro), le pedí agua y esperaba encontrar algún riachuelo o tienda en mi camino pero se acercaba la noche y el agua no aparecía por ningún lado. En un momento dado, un coche, con dos jóvenes dentro, se me pone al lado. Me sonríen, me dan un “me gusta” con el pulgar de la mano levantado y, sin que yo dijera nada, el copiloto coge una botella de agua de sus pies y me hace un gesto ofreciéndomela! Digo que sí con la cabeza, paro, se bajan del coche, abren el maletero y veo que llevan dos packs grandes de de botellas como las que me habían enseñado. Me regalaron varias y tuve suficiente para ducharme, hacerme la cena y el desayuno del día siguiente….gracias universo!!! 🙂

Entre estas cosas y los preciosos paisajes por los que transcurría, tuve una ruta mucho más agradable de lo que esperaba. Finalmente llegué a Tashkurgan el 5º día de mi ruta. De allí a la frontera con Pakistán aún hay 125km, pero es otra de las zonas que el gobierno Chino no te deja recorrer por tu cuenta. Pasé dos días en la ciudad descansando y poniendo mis cosas y a Vita a punto para el resto de la ruta y, al tercero, compré billetes para mi y para Vita (que también pagaba) y me fui a la estación de autobuses. Allí tuvimos que pasar el último control de seguridad (no creo que nunca llegue a pasar tantos controles en tan poco tiempo) y ya pudimos acceder a donde estaba el autobús. Era bastante pequeño y me tocó medio desmontar a Vita, con la ayuda de algunos pakistaníes, para meterla en el maletero de detrás, el único sitio donde cabía. También era viejo y muy curioso por dentro, con tres filas de una especie de literas en las que ibas cómodamente tumbado. Con una sensación agridulce (porque los últimos días habían sido muy buenos a pesar de la tensión que arrastraba) subí al autobús con muchas ganas de dejar atrás ese estado policial y más aún de llegar a Pakistán (del que ya dije que me habían hablado muy bien). Os dejo con las fotos!

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