Vuelta a la ruta

Para refrescaros la memoria (que con el tiempo que llevo sin escribir será más que necesario) había dejado a Vita en Osh, Kirguistán, después de recorrer la mítica Pamir Highway con ella.

Volví a casa, pasé unas semanas con mi familia y amigos y, de ahí,  a mi querida Monterrey a trabajar.

Como ya conté, había sido muy feliz en mi primera etapa en Monterrey y, esta vez, fue incluso mejor. Trabajar allí no fue fácil (entre otras cosas, la indeterminación del “ahorita”, no venía nada bien para los planes y plazos de montaje), pero la vida después del trabajo no paraba de mejorar y, con muchos amigos y muchas actividades, pasé una de las mejores etapas de mi vida…..pero llegó el verano,  había que aprovechar el buen tiempo y, una vez más, dejé el trabajo, me despedí con pena de mis amigos y volví a casa.

Pasé mes y medio disfrutando de mi tierra y preparando el viaje y, a mitad de agosto (del 2018, casi 4 años de retraso en escribirlo 😳 ), volé a Kirguistán para reencontrarme con Vita.

Pasé 4 días en el hostal donde la había dejado, poniéndola a punto, comprando víveres para la ruta y compartiendo los ratos libres con otros viajeros que acababan de terminar, o estaban a punto de empezar su ruta por la Pamir highway. Entre ellos, tengo que destacar a Imanol, un vasco que acababa de terminarla y estaba descansando unos días antes de volver a casa. Una gran compañía y una ayuda inestimable para poner a Vita a punto y dejarla preparada para lo que venía. También tuve la suerte de encontrarme, en una cafetería de Osh, a Charly Sinewan quien, por aquel entonces, ya llevaba 9 años dando vueltas al mundo con su moto. Muy majo y muy cercano, demostrándome una vez más que, a los grandes viajeros (al menos a los que he conocido yo), no se les sube el ego sino todo lo contrario. 

El 5º día salí del hostal para ir hacia la frontera de China, me hubiera gustado quedarme en Kirguistán y conocerlo más, pero la carretera por la que tenía que entrar a Pakistán sube por encima de los 4000m y la cierran en invierno, así que no podía perder mucho tiempo.

Hacía casi un año que no subía en Vita, esos días la había probado, pero sin carga. La época en México había sido maravillosa, pero deporte,  lo que se dice deporte, había hecho poco o nada,  así que lo primero que pensé cuando salí del hostal cargado con las alforjas, fue:

  • “como pesa esto!!!” .

Para cualquier cuesta,  aunque tuviera una pendiente ridícula, tenía que poner la marcha más ligera… y estaba rodeado de montañas!  Además, me notaba inseguro y muy inestable ahí arriba, con lo que el segundo pensamiento fue:

  • “¿cómo llegué hasta aquí con esta bici?”.

Afortunadamente, tengo bastante memoria para algunas cosas y recordé que, 2 años antes, cuando empecé el viaje (que fue la primera vez en la que subí a Vita con todo el peso de las alforjas)  los pensamientos habían sido muy parecidos:

  • “ostia como pesa!!!” …
  • “¿y yo quiero llegar a Asia así??”

… y si aquella vez me había acostumbrado al peso y había llegado hasta Kirguistán, esta vez no iba a ser diferente.

Vita se puso a cosechar sonrisas, caras de sorpresa y saludos (en las ciudades, con mucha gente en la calle, el título de este blog se queda muy corto) y yo, a pesar del peso y de lo inseguro que me encontraba ahí arriba, salí de allí más que feliz de reencontrarme con las reacciones que siempre provoca Vita.

Como las fuerzas iban justitas (sobre todo los primeros días, que acababa reventado y había días en los que me tenía que forzar a cenar porque lo único que me pedía el cuerpo era que me acostara a dormir), acampaba pronto y disfrutaba tranquilamente del paisaje.

Al ser un país de nómadas, la gente está acostumbrada a ver gente en movimiento y a que aparezcan y desaparezcan las yurtas del paisaje (la vivienda usada por los nómadas en Asia Central),  con lo cual puedes acampar donde te dé la gana (incluso a pocos metros de la carretera)  y lo mucho que hará alguien que pase por allí, será saludarte de lejos o pasarse unos pocos minutos a ver si estás bien. Los que sí que se acercaban y se quedaban más rato eran los niños. Pero con ellos me lo paso genial haciendo el payaso, malabares o simplemente enseñándoles todo el material que cargo conmigo y viendo sus caras de curiosidad y asombro.

Estaba rehaciendo parte de la ruta que había hecho un año antes y fui a acampar a un sitio donde el año pasado había conocido a unos nómadas. Como esta vez los días pasaron tranquilos, aprovecho para meter aquella historia en esta crónica.

Mi hermano y Ana (que en aquel momento viajaban conmigo) se habían desviado de la ruta para ver el pico Lenin (7134m).  Yo había decidido parar en algún sitio en el camino para esperarles descansando y aprovechando para mimar un poco a Vita.

Encontré un sitio con un pasto muy verde, al lado de un rio y rodeado de montañas.  Acampé allí, había varias familias  de nómadas cerca y, uno de ellos, vino a invitarme a desayunar al día siguiente en su caravana. Me preguntó si yo bebía, le dije que de vez en cuando y me dijo “ok! Pues mañana bebemos!”

A la mañana siguiente vino al lado de mi tienda y se puso a llamarme diciéndome que el desayuno estaba listo. Estuve a punto de decirle que me lo guardara un par de horas (eran las 7!!), pero me callé educadamente y me fui con él. Me invitaron a té, leche, yogur, mantequilla y pan. Estuve un rato con ellos y luego volví a mi tienda y me puse a limpiar/engrasar/ajustar a Vita.

Al rato apareció el hombre y me pidió dinero para comprar alcohol. Con tanto lácteo en el desayuno no me apetecía nada beber pero,  al cambio, me estaba pidiendo poco más de un euro, así que se lo di y se fue andando al pueblo que estaba a unos 3km.

Al cabo de una hora volvió muy feliz y sacó una botella de vodka de medio litro de una bolsa. A falta de fanta, hielo o vasos, empezamos a beberla a chupitos. Yo, a media botella, ya le decía que se la bebiera él, pero él insistía en que no, que un chupito cada uno y no dejaba de insistir en que tomara el siguiente hasta que lo hacía.

Él, cuando bebía, se escondía un poco detrás de mi tienda para que no le viera nadie. Le pregunté por qué se escondía, se levantó la camisa y me enseño una venda que llevaba. La apartó y tenía una sonda entrando a su estómago a la que estaba enganchada una bolsa para recoger lo que salía de allí. Me dijo que le habían operado hacía poco (entre el idioma y la castaña que estaba pillando no me enteré de qué) y que tenía que llevar esa bolsa unos días…..siguió insistiendo en que bebiéramos y ya no le puse resistencia, mejor que no se la bebiera él solo,  no fuera que se me quedara allí el hombre.

Acabamos la botella y me insistió para que compráramos otra!!! Como no me convenció, se fue de allí medio indignado, dejándome pensando qué hacía yo  con esa borrachera sin un after cerca.

13 meses después, había llegado al mismo sitio pero, afortunadamente para mi hígado y desafortunadamente para mí por no tener reencuentro, los nómadas no estaban allí. Así que pasé solo una noche allí y seguí el camino.

Tras 8 días de ruta disfrutando de unos paisajes espectaculares, llegué a la frontera de China. En principio, un país del que, lo poco que sabía, no me gustaba mucho. La región por la que iba a pasar, Xinjiang,  es conflictiva (ya os contaré por qué en la próximas entradas), sabía que no estaba permitido acampar, que me iba a encontrar muchos controles de policía y que no dejaban pedalear cerca de las fronteras (para entrar en el país, tienes que tomar un taxi hasta la primera ciudad que está a 140km y, para salir, un autobús desde la última ciudad hasta Pakistán, a más de 100km).

Entre eso y las ganas que tenía de llegar a Pakistán (del que, aunque esto igual os sorprende, había oído hablar muy bien), China no era un país que me hiciera especial ilusión recorrer, pero a ver con qué me sorprendía la vida esta vez….

Os dejo con las fotos.

 
Poniendo guapa a Vita
Imanol probando a Vita
Con Charly Sinewan en Osh

Listos para reemprender el viaje 🙂
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Una respuesta a Vuelta a la ruta

  1. chemele dijo:

    Vamos! Que alegría un nuevo capítulo! Espectaculares paisajes, que zona del mundo tan interesante. Esperando ansioso los próximos capítulos.

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