China 2: Quiero salir de aquí!

Mi primera noche en Kashgar, hablando con otros viajeros en el hostal, empecé a entender el por qué de tantos controles. En esa región del país viven los “Uygurs”, una etnia con más rasgos y cultura en común con las naciones centro-asiáticas que con los “Hang”, la etnia a la que pertenecen la mayoría de los chinos (más blancos de piel y con los ojos más “achinados”). No creo que al gobierno le preocupe mucho el color de la piel o si tienen los ojos más o menos redondos, pero sí le importa mucho que esta etnia es musulmana y, desgraciadamente, los días siguientes, pude comprobar la presión que ejerce sobre esta comunidad (claramente al gobierno Chino no le gustan nada las religiones y parece que está repitiendo la colonización cultural y violaciones de los derechos humanos que hizo en el Tibet hace 70 años).

Como turista, no tuve ningún problema en la ciudad. Tanto los turistas como los chinos de la etnia Hang, podíamos movernos libremente dentro de ella. Los Uygur (que en esta región son mayoría), también podían ir a cualquier lado, pero antes debían pasar siempre algún control, de estos que ya había visto, en el que tenían que poner el dni en una maquinita que, previo reconocimiento facial, les levantaba el torno para que pudieran seguir su camino. Las habían para acceder a centros comerciales, gasolineras e incluso alguna en las calles peatonales, donde formaban grandes “V” con conos: los hang y los turistas pasábamos por un pasillo lateral, pero los uygurs tenían que entrar en la “V”, como si fueran peces que se meten en una red, para acabar llegando a las dichosas maquinitas.

El único problema como turista en la ciudad era que no podías hacer fotos en los que saliera la policía. En cualquier otro país esto no hubiese sido un problema, pero es que allí era tal la cantidad de policías que había en las calles, que era muy complicado hacer una foto y que no saliera ninguno y, si había alguno cerca cuando la estabas tomando, se acercaba a comprobarla y te la hacía borrar si salía alguno de sus compañeros en ella.

Aparte de eso había cámaras por todas partes y, a mi, desde el primer día, me faltaba el aire en aquella ciudad. Mi intención no era quedarme más de un par de noches, pero había tenido una caída tonta con la bici que me había dejado el dedo meñique de la mano derecha como una morcilla (por lo que tuve que ir al hospital) y, por otra parte, se me ocurrió la mala idea de comprarme una tablet allí. Los equipos electrónicos allí están más que capados y no podía bajar la mayoría de aplicaciones que uso, ni acceder a google, correo, redes sociales, etc. Intenté devolverla al día siguiente , pero no me dejaban y tuve que hacer varios días de gestiones para que al final me devolvieran el dinero….pero mejor no me entretengo con estas historias, que si no este blog no va a avanzar nunca…

La ciudad en sí está bien. Tiene un bonito casco antiguo que, según un orgulloso letrero que había a la entrada, es el único que queda en pie en toda China….cuando lo vi no entendí que los Chinos presumieran en un cartel de haber destruido todos los demás para “modernizar” sus ciudades y de que solo quedara este en pie, pero así era. De hecho, muchos edificios estaban de reformas y otros claramente se veían reformados ya, de forma que parecieran antiguos aunque en realidad no lo eran, así que no sé si podrán seguir presumiendo de casco antiguo muchos años más.

Lo que más me gustó de la ciudad fue el mercado nocturno. Lleno de gente y de puestecitos donde probar un montón de comidas diferentes (con poco o nada que ver con lo que puedes comer en España en un restaurante Chino). Acudía todas las noches, a veces solo y otras acompañado de otros viajeros. Una noche, que había ido con Hugo, un alemán que también viajaba en bicicleta, nos pedimos un bowl con una sopa de vegetales con huevo que tenía muy buena pinta. La comida China suele ser picante, pero esta sopa estaba entre las cosas más picantes que he probado en mi vida. Nos costó sudores comerla. No sé exactamente la cara que pusimos pero, la mujer de al lado, en un momento dado, se levantó, se fue a un puestecito cercano, y nos trajo de regalo una bebida de yogurt para mitigar un poco el ardor que sentíamos en la boca.

Aparte del mercado, también disfrutaba mucho con las tertulias nocturnas en el hotel, donde podíamos hablar libremente de las cosas que habíamos visto durante el día (nos habían advertido que había mucha policía secreta y que mejor no comentáramos nada malo mientras estuviéramos en la ciudad).

La tercera noche de tertulias, mirando mi móvil, descubrí que tenía una aplicación en chino. Flipé, se lo comenté a los que estaban conmigo y me dijeron que te la ponían en la frontera, donde, como ya comenté, se llevaron mi pasaporte y mi móvil un buen rato. La desinstalé enseguida pero, como no sabía si había algo más oculto en mi móvil, apenas hice uso de él hasta que salí del país.

En esas tertulias escuché hablar por primera vez de los “campos de re-educación”, donde se llevaban a los uygurs “radicales”. El problema es que, entre las cosas que te convertían en un radical, según lo que escuché allí y leí posteriormente en un artículo de la BBC, estaba el que te vieran rezando (los musulmanes rezan 5 veces al día), solicitar el pasaporte, llevar velo, tener familiares viviendo fuera del país o, simplemente, acceder a una página web extranjera.

Por lo que escuché y leí después. La policía te cambia el nombre cuando entras en uno de estos, centros para que tu familia y amigos no puedan localizarte, y pueden pasar años antes de que consideren que ya no eres “radical» y te suelten.

Otra cosa que me llamó mucho la atención es que, de vez en cuando, se veía gente en la calle haciendo una especie de entrenamiento militar. Solía ser en algún parque. Había un militar con un palo haciendo movimientos (y un “HUH” con la boca en cada movimiento) y unas 30-40 personas de diversas edades delante repitiendo el gesto y el sonido con bastante desgana. Me explicaron que les estaban entrenando por si había un ataque terrorista (según la versión oficial, esta región está llena de terroristas y por eso hacen todos los controles). Pregunté si esa gente elegía libremente formar parte del entrenamiento y me dijeron que no, que un día te avisaban de que durante un tiempo ibas a tener que asistir a ellos y que más te valía hacerlo.

Supongo que algun@ se estará preguntando “¿y esto se sabe?”…pues sí, gobiernos, Ongs y hasta la ONU llevan años denunciándolo, pero China es una potencia económica mundial y, a la hora de la verdad, parece que eso cuenta mucho más que las violaciones de derechos humanos que se están cometiendo allí.

Finalmente, tras pasar 6 días en la ciudad, con el dedo vendado e inmovilizado y con el dinero de la tablet recuperado, estaba listo para empezar a recorrer la Karakorum Highway. Feliz por salir de allí y por lo que tenía por delante, pero también algo acojonado. Ya había comprobado que mi “escudo de turista” no funcionaba fuera de las ciudades y, además, mi amigo Hugo (el alemán que también viajaba en bici) había hecho un intento de salir con la bici y, tras un largo día de controles, retenciones y algunos trayectos en furgón policial, lo metieron en uno de estos últimos y lo devolvieron a la ciudad diciéndole que se pillara un tren al día siguiente hasta otra región, que de allí no se podía salir en bici. Afortunadamente yo iba en otra dirección, pero lo que me esperaba no parecía un camino de rosas….

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