Croacia. «Attention-free time»

Tengo que reconocer que cuando Korneel tomó el crucero desde Italia a Grecia estuve tentado de hacer lo mismo. En algún momento tendré que atajar si no quiero que me pille el invierno en Asia Central (cuando la máxima temperatura durante el día es de -20°C, según me contaba el bicicleting cuando pasó por allí) y no era mala opción dar un salto al sur y evitarme montañas y frío en unas pocas horas, pero pudieron más las ganas de conocer los Balcanes y pedalear bajando por el adriático.

La primera imagen que me llevé de Croacia fue mala: Una larga alambrada en forma de espiral en la frontera con Eslovenia. Una de esas alambradas que deben ser la mayor vergüenza europea de este siglo y que intentan impedir que los refugiados se dirijan al norte en busca de más opciones que pasarse la vida esperando en un campo de refugiados.

Para no variar, no me voy a detener mucho en describir los bellos paisajes y ciudades por los que he tenido la suerte de pasar. Sí que diré que me quedé sorprendido con la cantidad de bares y cafés (casi siempre llenos) que hay en todas las ciudades. Con los pueblos fantasma que, aunque aparezcan en el mapa, apenas son 4 casas cuando llegas a ellos. Con la cantidad de anuncios de “apartments, zimmer, romms” que se ofrecen por todos lados. Por pueblos costeros que parece que estén hibernado y en los que, en la mayoría de las ocasiones, solo ves a los obreros que están reformando o construyendo nuevos apartamentos para los miles de turistas que vendrán en unos meses a disfrutar de esta preciosa costa (según me contaron, en verano está prohibido hacer reformas para no molestar, así que todos aprovechan para hacerlas ahora). Para mi fue todo un lujo haber pasado en esta época, no solo por poder disfrutar de esto sin aglomeraciones de turistas, sino también porque he encontrado muchos chiringuitos de playa y edificios en construcción abiertos que han hecho de hotel con vistas o de refugio cuando caía la lluvia…..demasiadas veces para mi gusto. Pero la lluvia tiene varias cosas buenas: el aire está más limpio, te llega mucho mejor el olor de los árboles y la tierra mojada y, cuando entre las nubes asoma un rayo de sol, lo agradeces y disfrutas mucho más que cuando siempre lo tienes encima.

Aparte de la lluvia también sufrí el viento. Primero el famoso “Bura” que sopla del este y, al final de mi ruta por Croacia, su primo “Yugo”, que viene del sur cargado de agua y que siempre soplaba en mi contra.

Aunque prefiero el viento a la lluvia, el peor fue el primero. Me habían advertido de su fuerza y de que, cuando sopla (con vientos que pueden superar los 200 km/hora), hasta se prohíbe la circulación de camiones pesados porque puede llegar a volcarlos. Me pilló de lleno dos días, me hizo saltar de la bici varias veces (o saltaba o me empotraba contra el guardarraíles) y me puso en el momento más peligroso del viaje cuando, tras juntarse con el rebufo de un camión que acababa de adelantarme, hizo que mi bici girara 180 grados y acabara en el carril de al lado, yendo en el sentido contrario al que circulaba unos segundos antes. El coche de detrás me increpó llevándose el dedo a la cabeza diciéndome que estaba loco…. no me pareció el mejor momento para discutirlo, así que me limité a levantar los hombros y abrir las manos, intentando indicar por gestos que no podía comerme la bici y desaparecer de allí.

En ocasiones, la carretera se metía hacia el interior en pequeños cañones que canalizaban el aire haciendo que me diera de frente. No me quedaba otra que bajar de la bici y empujarla pero, aun así, cuando venía racha fuerte, ni empujando la bici con el cuerpo mientras apretaba el freno podía evitar que nos empujara a los dos hacia atrás. Afortunadamente, como tantas otras veces, la solución llegó por si sola: Me adelantó un camión de los que se usan para transportar cristales. La estructura que tienen estos camiones en el remolque estaba vacía y pensé que era una pena que no hubiese parado. Cuando giré la siguiente curva vi  el camión parado en el arcén. Solo había parado para hacerme una foto pero, aunque los 3 trabajadores que viajaban en él no hablaban nada de inglés, conseguí hacerme entender mientras les pedía que me sacaran de allí. Entre todos subimos la bici al remolque y, con los 4 en la cabina apretados como sardinas, dejaron atrás su desvío para llevarme hasta el siguiente pueblo de mi ruta, donde pude acampar en el parking de una gasolinera protegido entre contenedores del viento.

Otra de las cosas que también me llamó mucho la atención fue la reacción de la gente al verme. Acostumbrado a la efusividad de los italianos, se me hacía raro pedalear ante lo que, en un principio, me parecía indiferencia de la gente. Por supuesto, me seguían saludando desde los coches y las aceras, pero mucho menos de lo que estaba acostumbrado y pocas veces conseguía una sonrisa sin tener que ser yo el que contagiara la mía. También me hacían muchas fotos pero, la mayoría de las veces, aunque la gente sacaba el móvil al verme, disimulaba con él esperando a estar fuera de mi campo de visión para hacerme la foto. También lo notaba al bajar de la bici. Hasta ahora, siempre que lo hacía, se acercaba la gente a hacerme preguntas y fotos, aquí, aunque la miraban disimuladamente, muchas veces nadie se acercaba. Como me dijo la alegre Marija cuando se lo contaba: “bueno, un poco de attention-free time igual no te viene mal”, y tengo que reconocer que no, aunque me gusta mucho la gente, a veces agradecía poder tomarme un café tranquilamente sin tener que contar mi historia otra vez.

Esto en cuanto a la gente en general. En particular me sorprendieron varias veces con su generosidad y buen corazón. Estas son las historias que me gusta contar así que, a partir de ahora, ya os aviso que me voy a enrollar más.

La primera me pasó en mi primer día en este país. Llego a un pueblecito sobre las 4. Para no variar llueve y hace frío. En la puerta de un edificio hay una mujer que me ve y entra a llamar a dos personas más para que salgan a verme (o, mejor dicho, a ver a Vita). Voy donde están, me presento, les cuento un poco mi viaje y les pregunto cuánto cuesta quedarse en ese pueblo. Una de las mujeres tiene uno de los “apartments” de los que he hablado antes, me pide unos 20 €. Le digo que es mucho para mi. Baja a 12, le doy las gracias por el descuento pero le digo que da igual, que acamparé. Ella insiste y me pregunta cuánto quiero pagar. Resoplo y le digo que no lo se, que sé que es poco lo que pide pero que es más de mi presupuesto diario. De repente dice “Me gusta mucho lo que estás haciendo, para mi será un honor que te quedes aquí. Te lo dejo gratis”. Se llama Eda y es la dueña de los apartamentos “Pino”, qué es cómo se llama su marido. Me deja con él, una botella de licor y unas galletas mientras ella sube al apartamento a prepararlo. Luego me sube unos trozos de pizza. Me cuenta que es el cumpleaños de dos de sus sobrinas, que es eso lo que estaban preparando cuando la he visto. Le propongo ir con la bici para que la vean los niños (el pueblo solo tiene 140 habitantes y todos los niños van a estar allí) y le encanta la idea….y más a los niños cuando me vieron aparecer en el cumple con ella! Después de muchas fotos y de dejar que los más valientes subieran encima, me despido de ellos entre aplausos (después de hacer la demostración de cómo subo y cómo bajo) y vuelvo a mi provisional hogar feliz y con las pilas muy cargadas.

Antes de dejar a los niños Eda me preguntó qué y a qué hora desayunaba.

“No se preocupe, yo llevo comida”

«¿Pero tomas té o café?»

«No, no, de verdad no se preocupe.»

«¿Té o café?»

«Café, pero de verdad…»

«¿Y aparte de carne hay algo más que no comas?»

«No, pero yo tengo….»

«¿Y a qué hora te levantas? porque yo a las 9 me voy a misa.»

«Lo normal es que sobre las 8 ya esté despierto.»

«Pues a las 8:30 te llevo el desayuno.

Y a las 8:30, puntualmente, suena el timbre al día siguiente y aparece Eda super-sonriente y con un “breakfast is ready!!” me enseña una bandeja con pan, café, leche, mantequilla, tostadas, yogurt, crepes y hasta una especie de paté de pescado que ha preparado ella misma. Yo, ante tanta generosidad, solo pude decir dos cosas:

1.- Muchísimas gracias!!!

2.- ¿Me puedo quedar un día más?

… Y aceptó encantada 😀

El segundo encuentro fue después de sufrir el Bura.

Ya es hora de acampar y acaba de empezar a llover. Estoy pasando por uno de los pueblos de veraneo en los que parece no haber nadie. Dejo la carretera y bajo una cuesta muy empinada para llegar hasta el mar. Justo en la última casa hay una pareja en la terraza. Me acerco a preguntar y, como si estuvieran esperándome, me invitan a pasar. Ella se llama Marija y el “Domi”. La casa es de los padres de ella. Los dos trabajan como modelos en la facultad de bellas artes y, como los alumnos están de exámenes, se han venido unos días a “no hacer nada”. Me doy una ducha, cuando salgo tengo la cena en la mesa y, tras esta, muchas copas de “rakia “(un licor local que se va a cruzar varias veces en mi camino) con las que acabamos la noche bailando en la terraza bajo una luna llena que, de vez en cuando, se dejaba ver entre las nubes.

Al día siguiente salió un sol estupendo así que me lo tomé con mucha calma. Me había ofrecido a poner a punto sus bicis y me pasé media mañana haciéndolo. Cuando estoy a punto de irme me piden que me quede a comer. Por supuesto acepto y, mientras estamos comiendo, con el solecito dando en la cara y el mar calmado brillando frente a nosotros, me vuelve a salir el “¿me puedo quedar un día más?” que también tuvo una respuesta positiva 🙂 Así que pude pasar otra tarde en ese maravilloso lugar para no hacer nada y, por la noche, volvimos a darle al rakia. Esta vez en casa de su amigo Hrvoje, todo un superviviente que me contó que ha estado varias veces a punto de morir (la más cercana en la guerra cuando no explotó un proyectil que había caído a su lado) y que vive con la alegría y la certeza de estar disfrutando de un regalo cada mañana.

El tercer encuentro fue en un día tranquilo y soleado. Me salí de la carretera pronto con la intención de acampar frente al mar y ver la puesta de sol. Me cruzo con un hombre y su hija que están paseado en bici. El hombre se llama Dragan y, tras intercambiar unas pocas frases, me pregunta si tengo sitio para dormir. Le digo  que justo es lo que estoy buscando y me dice que tiene un apartamento turístico y que puedo dormir allí. Me deja las llaves y me dice que mañana me vaya cuando quiera, que él se irá sobre las 6:30 a trabajar…..y a cambio solo me pide que le envíe una postal cuando llegue a Malasia.

En el apartado de anfitriones convencionales (los que busco en la página de “duchas calientes”) una de cal y una de arena.

Uno muy raro en Zadar: Tras una brevísima conversación de 2’, me enseña donde está el baño y se mete en su cuarto. No vuelve a salir hasta que yo, empujado por mi estómago, llamo a su puerta y le pido unas llaves para bajar a por comida. A la mañana siguiente, cuando salgo para saludarlo, lo encuentro poniendo su desayuno en una bandeja y llevándolo a su cuarto para encerrarse otra vez…

Y un placer haber sido acogido por Tomislav en su casa cerca de Split y pasar una tarde noche compartiendo historias con él y con su amigo mientras su madre no paraba de bajarnos una especie de buñuelos cocinados por ella misma.

Os dejo con las  fotos! 😚

DSC_0088Frontera Eslovenia-Croacia.

LRM_EXPORT_20170318_001044Todo un placer pedalear bajando el adriático.

DSC_0502Roč,  el pequeño pueblo donde viven Eda y Pino.

DSC_0508Eda y Pino.

DSC_0092Los niños del cumple admirando a Vita.

DSC_0497Uno de los refugios para la lluvia que encontré. No fue el único con suelo de parquet.

DSC_0492 (0)Zadar.

DSC_0009Con los trabajadores que me rescataron del Bura.

DSC_0524A la gente le gusta ayudar 😀

LRM_EXPORT_20170318_000852Paisajes.

LRM_EXPORT_20170318_003118Hotel con calefacción lateral.

LRM_EXPORT_20170318_005737Amanecer con vistas.

LRM_EXPORT_20170318_003306Marija y «Domi» no haciendo nada.

LRM_EXPORT_20170318_003502Vistas desde la terraza

LRM_EXPORT_20170318_001628Vistas desde la terraza.

LRM_EXPORT_20170317_234538Y más vistas…..como para no pedir quedarse un día más!

DSC_0518 (0)Split.

DSC_0511 (0)Split.

DSC_0512Split.

LRM_EXPORT_20170318_000705Split.

DSC_0507 (0)Uno de los encuentros fugaces del camino. Axel, un alemán que lleva 4 años en la bici y con quien pasé un buen rato en la a afueras de Split.

DSC_0545 (0)Paisajes.

DSC_0495 (0)Dragan en el apartamento que me cedió una noche.

LRM_EXPORT_20170317_235325El adriático siempre cerca.

LRM_EXPORT_20170318_203153Y con rincones en los que era casi obligatorio pararse.

DSC_0555Dubrovnik.

DSC_0560Dubrovnik.

DSC_0566 (0)Dubrovnik.

DSC_0523Tomislav en su terraza.

LRM_EXPORT_20170318_010000Solo faltaba algún camarero sirviendo café.

LRM_EXPORT_20170318_005545Otro hotel con vistas.

LRM_EXPORT_20170318_011135Paisajes.

LRM_EXPORT_20170317_235751Paisajes.

LRM_EXPORT_20170318_002017Atardecer.

LRM_EXPORT_20170318_003907Paisajes.

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2 respuestas a Croacia. «Attention-free time»

  1. Gerard dijo:

    Que bueno Quico! Sigue disfrutando de tu aventura y contandola!

    Me gusta

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