Los carteles de Vita y la historia de Carlo

Lo dije antes de empezar el viaje y cada día lo reafirmo: Vita es un circo ambulante. Cada vez que paro, la gente se acerca a ver qué es eso, hacerle fotos y, los más lanzados, a preguntar algo sobre ella. Me pasa todos los días a cualquier hora…. excepto cuando le pongo una pizarra que llevo que hace de cartel. No lo suelo hacer pero, cuando lo hago, más que un cartel parece que le haya puesto un ahuyenta personas. Si pones un cartel, la gente lo asocia a que estas vendiendo o pidiendo algo y, la gran mayoría, aunque no puede dejar de mirar esa bici tan extraña, lo hace de reojo y de lejos, sin querer acercarse a ver que pone no sea que eso los comprometa de alguna manera.

La primera vez lo probé en Barcelona, ponía algo así como “Hola! Me llamo Vita y me voy con el del sombrero a Asia. ¿Quieres ayudar? Hazte una foto, llévate una pegatina y deja un donativo”. Solo se acercaron dos parejas (muy simpáticas, eso sí) y acabé quitando el cartel para que la gente no se cortara en hacerle fotos.

La segunda fue en Francia, tenía casa en Marsella pero aún me faltaban unos cuantos km para llegar. Ya estaba cansado y no me apetecía sufrir así el estrés de entrar en una gran ciudad a la iba a llegar de noche, así que llamé para decir q llegaría al día siguiente. Me sobraba tiempo para acampar así que decidí repetir el experimento. Esta vez, pidiendo un techo para poder pasar la noche. Solo se acercaron 4 personas. Primero un inmigrante que me dijo q su hermana le había llamado diciendo que se había puesto de parto. “Me voy al hospital y, si es una falsa alarma, paso a por tí y te llevo a mi casa, por supuesto hermano!”, me dijo. Luego dos gitanas, una abuela y su nieta. La abuela estaba enferma (llevaba un aparato del que salían dos tubos que le entraban por la nariz) y me dijo que lo sentía mucho, pero que su piso era muy pequeño y no podía acogerme. No paraba de repetir “pobrecito” mientras yo le explicaba que no pasaba nada, que lo normal es que hubiera acampado sin pedir nada pero que, como tenía tiempo, había puesto el cartel a ver si encontraba algo mejor. El tercero fue el periodista que luego me sacó en el periódico…y acabé acampando.

Lo volví a probar en Francia, había encontrado un sitio para acampar cerca de un Decathlon. Ya era de noche, por lo que no tenía ninguna prisa por hacerlo con luz, y decidí probar suerte poniendo la bici a la entrada a ver si pillaba a algún fanático de las bicis y me llevaba a su casa….pero nada.

Me quedé con pocas ganas de volver a repetir, pero en Italia, pasé en un día de estar bañándome en la playa a estar en la montaña a 0 grados bajo una densa niebla. Mi cuerpo notó mucho el cambio y no me apetecía nada la ducha de agua fría que precede a la acampada, así que decidí probar una vez más.

Se acercaron dos o tres personas, más con curiosidad que con ganas de meter a un extranjero a su casa. Finalmente apareció un hombre que, tras leer el cartel, se vino directo a mí y me dijo “yo te puedo ayudar”. Lo hizo y dormí caliente y agradecido, pero la historia fue algo surreal.

Este es el hombre que adelanté  que voy a mantener en el anonimato: Carlo.

Carlo solo tiene 2 dientes,  cojea y seguramente va menos limpio que yo (que llevo todo el día pedaleando), pero sus ojos no me dicen que sea una mala persona y, para una vez que lo del cartel sale bien, no me voy a poner quisquilloso. Me voy con él, de camino me dice que tengo que dormir en el suelo y me advierte que su casa está sucia y nada ordenada “porque vivo solo”. Llego a su casa, tiene más mierda de lo que me imaginaba. La pila y la cocina llenas de platos, ollas, sartenes, etc.,  y un cenicero encima de la mesa que, a pesar de que solo usa para las colillas (la ceniza la tira directamente al suelo) está a rebosar. Me pide 30 euros pero no entiendo para qué los quiere. Le digo que no me puedo gastar eso en una noche. Me dice que vayamos a casa del cura, que él me los dará si le digo que no tengo dinero. Le digo que no voy a mentirle al cura, que mi viaje es muy largo y sí tengo dinero, pero no para dárselo a él, que si me ha traído por eso me voy y tan amigos, pero que no se los voy a dar. Me dice que no, que me quede. Me doy una ducha caliente que sabe a puro lujo a pesar de lo que la rodea. Cuando salgo me pregunta si me gusta el vino. Le digo que sí y propone ir a comprar vino. Me dice que cuesta 1.5€, le doy 3 y trae dos tetra-bricks, uno de blanco y otro de rosado.

Me ofrezco a fregar. Empiezo y me doy cuenta de que en varias cazuelas y sartenes hay comida de varios días, algunas con moho. Huele fatal (y eso que, después de trabajar varios años en depuradoras, no es que sea yo muy exquisito con los olores). Le echo jabón al estropajo y empiezo por los platos que parece lo más fácil. Al tercero, al estropajo no le queda ni resto de espuma. Cojo el lavavajillas y, cuando me ve echando jabón otra vez, me suelta “poco, poco, que es caro”….es una botella de litro y medio que no creo que valga más de 1€. Claramente tiene una economía selectiva porque, por otra parte, se empalma los cigarros sin parar y, cuando ve que le he puesto poco aceite a un sofrito que estoy haciendo, toma la botella y ahoga mi sofrito bajo un dedo de aceite.
La pasta la cocina él.
– “¿Tu comes mucho?”
– “Sí, me lo pide el cuerpo con tanta bici…”
– “¿Lo echo todo?”
Es un paquete de 500gr…
-“¿Todo?,¿que tú cuanto comes? porque yo la mitad seguro que no me como.
-No pasa nada, lo echo todo y lo que sobre me lo como mañana.”

Se acuerda de que no tiene queso (en realidad solo tiene pasta y aceite que le debe dar alguna ONG), le doy dinero para que compre y lo trae.

Acabo de fregar, la basura está hasta arriba y, entre lo que ya tenía dentro y los restos que he añadido yo, no me parece buena compañera de habitación.
– “¿Esto donde se tira?”
– “Tranquilo, no te molestes! Ya la sacaré yo, que hace frío. “
– “Si no es molestia de verdad, que esta chaqueta es buena y me vendrá bien andar un poco”
Me explica dónde está el contenedor y antes de que me vaya añade
– “pero no tires la bolsa. Vacíala en el contenedor y tráela, que no tengo otra”

Ya estaba todo cerrado y no podía comprarle unas bolsas. Estuve a punto de dejar la bolsa tal y como la llevaba en el contenedor, pillar una al azar de las que ya estaban dentro, vaciarla y llevársela….. pero tampoco conocía al resto del barrio para saber lo que me podía encontrar, solo iba a tener que compartir una noche con ella y a saber si Carlo le había pillado cariño después de tantos usos…. así que seguí sus instrucciones al pie de la letra.

Cenamos dándole con alegría al vino (cuya calidad-precio me pareció estupendo ese día). Me cuenta que tiene cáncer de pulmón. Se lo detectaron hace 9 meses, “no te puedes imaginar lo mal que lo he pasado”, me dice. También me cuenta que vive de una pensión de 280 euros que solo le dan para luz y calefacción (donde tampoco escatima, porque la calefacción está a tope y tiene varias luces y la radio encendidas día y noche).

Después cenar me dice q tiene que salir a empeñar un traje por 30 euros (primero me dice q le costó 800 euros y luego 300 y, algo más tarde, 360). Se va y yo me acuesto. Me despierta hora y media más tarde cuando llega. Enciende la luz del salón y se sienta en la mesa.

– “¿Qué tal Quico? ¿que cuentas?”
Me incorporo un poco y consigo abrir los ojos
– “Pues nada, aquí… calentito”
– «¿Tienes hambre? Porque yo sí y voy a hacerme unas patatas fritas».

Le recuerdo que hay espaguetis y me dice que se los guarda para mañana.

Mientras espera que se hagan las patatas (y sigue empalmando cigarros) me pregunta:

– “¿Te gusta la coca?”
– “No. Yo de eso no tomo”
– “A mí sí», dice mientras se rasca la cabeza y mira al suelo
– “Podrías traer coca de España, si es buena aquí la pagan a muy buen precio.”
– “Ya, pero yo no tomo, no sabría si es buena o no…”
– “En España es buena que entra en Europa por ahí. Tráete y podemos ganar mucho dinero.”
– “Si no te digo que no…. pero yo no conozco nadie que venda, no tengo contactos, no sabría lo que estoy comprando….”
– “Tu pregunta, me llamas estas navidades y me dices cuánto vale”
….un par de cigarros después…
– “Estas navidades me llamas, me dices cuánto vale y te traes.”
– “En la bici hubiera podido, pero ahora vuelvo en avión y no podría pasarla por el aeropuerto.”
– “Ah, claro,por el aeropuerto no la puedes traer….”

Durante la cena me ha hablado un par de veces de Costa Rica. La segunda le he preguntado si había estado allí y me ha dicho que no, pero que un amigo suyo estuvo y le dijo que era un país muy bonito. Como si se hubiera olvidado de lo del aeropuerto me dice:
– “Tú me llamas estas navidades, no digas coca, di que la botella de vino que te pedí vale tantos euros. Ahora no te puedo dar nada, pero tu tráetelo que ganaremos mucho dinero y nos podremos Ir a Costa Rica juntos”.

Y ya tuve que darle falsas esperanzas diciéndole que ya lo miraría y le diría algo pq veía que aquello no tenía fin.

Él aprovecha para decirme que mañana me tengo que ir pronto, porque le ha parado la policía para pedirle los papeles, le ha preguntado si tenía a alguien en casa y él ha dicho que no, así que mejor que salga pronto para que no me vean los vecinos. No me cuadra la historia (en un pueblo tan pequeño dudo que no le conozcan y le pidan los papeles) pero tampoco tenía pensado apurar hasta la hora del check-out y casi que agradezco salir temprano de allí.

A la mañana siguiente, después de recordarme un par de veces que le llame estas navidades me pide 5€ para tabaco. Al principio le digo que no. Me resisto a darle dinero para algo que le está matando, pero luego recapacito y me doy cuenta que es de las pocas alegrías que le quedan y, al fin y al cabo, a mí la gente no me pregunta en qué uso el dinero que me dan. Así que se los di y me marché de allí tras escuchar por última vez el “llámame estas navidades!”.

De momento no he vuelto a probar lo del cartel, pero seguro que acabo haciéndolo. De hecho quiero probar una nueva modalidad: escribir en la pizarra “Te deseo un día lleno de sorpresas!!” y sentarme dentro de alguna cafetería desde donde pueda ver las caras de los que se acerquen a leerlo. Ya os contaré que tal….si se acerca alguien, claro 🙂

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La bella y generosa Italia

No pretendo que esto sea una guía de viajes, así que me voy a ahorrar lo bonita que es Italia (el que pueda que venga a verla que no le defraudará!) y me voy a centrar en lo de la generosidad, que es lo que más me ha llamado la atención de este país.

Los italianos son generosos en exclamaciones. Son muy efusivos, y Vita y yo nos hemos hinchado a recibir entusiasmadas expresiones como “que beeeela bichicleeeeta”, “comprimeeenti!” “aguaaarda”, “grandiooooosa”, “maravilloooosa” y otras con las que alegran mis oídos. Esto, unido a improvisados aplausos, hacen que, a ratos, más que viajando en bici parece que esté desfilando 🙂

También son generosos en dejadez al aplicar las normas.

  • El primer día se me estaba haciendo de noche y no tenía muchas opciones de acampar. Paso por detrás de un chiringuito-pizzería en primera línea de playa. Tiene una valla pero, desde la playa y pasando por un pequeño espigón, consigo entrar y monto la tienda en un rincón, protegida del viento y de miradas de curiosos. A la mañana siguiente, mientras desayuno, aparece un hombre. Abre la puerta del bar, saca una escoba y se pone a barrer. Es la primera vez que acampo en un sitio privado. Me acerco a él, me confirma que es el dueño y, con tono de corderito, le suelto mi discurso: “disculpe, es que estoy viajando con esta bici, ayer se me hacía de noche y este era un sitio seguro para acampar…..pero no se preocupe que yo lo recojo todo y no le dejo ni las pieles de la cebolla al irme….”, me suelta un sonoro “absolutely no problem!!” y me dice que me quede el tiempo que quiera.
  • El segundo día acampé en la playa privada de un camping y lo único que me dijeron las dos personas que pasaron al día siguiente por allí fue si no había pasado frío.
  • Otra noche, ya para despedirme por un tiempo del mar, acampo en otro sitio prohibido. Esta vez debajo de un puente por el que pasa una preciosa vía ciclista que recorre gran parte de la costa. Por la mañana sale un día estupendo. Sin salir del saco, veo todo el amanecer como si de una peli se tratara. Me lo tomo con muchísima calma, disfrutando de los primeros rayos de sol y hasta me pongo a engrasar a Vita. Al terminar, voy al mar a lavarme las manos. A pesar de ser diciembre no me parece muy fría, así que, sin pensarlo mucho, dejo la ropa en la orilla y vuelvo dispuesto a pegarme el último baño del año. Algo me hace girarme cuando estoy con el agua por las rodillas. Hay una especie de guarda forestal sobre el puente. Me quedo parado sin saber muy bien qué hacer. Él levanta primero el pulgar (como si me estuviera contestando un WhatsApp), se señala a continuación con el índice, luego se tapa los ojos con las dos manos y, finalmente, mueve una de ellas repetidamente como diciendo “adelante!”…. y pude empezar el día a remojo 🙂

También son generosos en lo material. Llevo un bote de donativos en la parte de atrás de Vita. Estaba medio escondido hasta que una pareja se paró a hablar conmigo durante mis últimos días en Francia. Después de un buen rato hablando y mirando a Vita, se dan cuenta de que el bote está allí. Me dicen que no lo habían visto hasta ese momento y casi tengo que disculparme por no tenerlo más visible. Tras hacer una generosa aportación, me sugieren que lo ponga más a la vista porque seguro que más gente como ellos me quiere ayudar y así se lo pondría más fácil. En Italia la gente les dio la razón. El primer día me regalaron el presupuesto de casi 3 días de viaje y, aunque no volvió a llenarse tanto, raro ha sido el día que no han caído algunas monedas, o incluso billetes, en él. Al principio la gente me solía dar después de hablar un rato conmigo y de que les contara lo que estoy haciendo pero, a veces, dejo la bici fuera en algún sitio, pasa alguien, se queda mirando a Vita y lo que estoy haciendo (hay un plano con el recorrido en uno de los lados de la bandera que llevo detrás) y echa dinero en el bote sin ni siquiera haberme visto…..o quizás precisamente por eso 😉

Tampoco es nada raro que alguien me invite a un café. A veces al contar mi viaje, otras solo tengo que preguntarle a alguien donde puedo tomarme uno en ese pueblo para que se ofrezca a acompañarme y a pagármelo. Tengo muchos recuerdos de cafés y otras invitaciones que me han hecho….pero voy a ser indulgente y sólo os voy a comentar algunos.

  • La camarera de un bar me invita a un café, acepto pero le digo que primero voy a por un trozo de pizza. Dejo la bici en una especie de panadería, están cerrando y me mandan a otra. Hay varias personas mirando la bici, así que la dejo allí y voy andando (es una de las ventajas de Vita, no hace falta ponerle candado ni llevarte las cosas detrás, siempre tiene varios ojos mirándola). Cuando vuelvo hay unas 15 personas esperando para ver cómo se sube ahí. Una chica habla español y hace de traductora con las habituales preguntas de la gente. Los dejo para ir a comer y, cuando me estoy tomando el café, aparece la improvisada traductora con sus dos hijos (a los que quería enseñarles la bici) y una generosa aportación para mi viaje.
  • Paro en un mercado en la plaza de un pueblo. Me gasto 1 euro en verdura (de momento es muy fácil encontrar comida y no necesito cargar mucha). En lo poco que tardo en comprar, Vita ya tiene un circulo de gente alrededor. Viene un hombre a saludar y me pregunta si ya he tomado café. No lo he hecho, así que me lleva al bar y le dice al camarero que me ponga uno y lo que quiera de comer. Cuando salgo del bar veo a más de uno echándole monedas al bote de donativos. Se me acerca la mujer del puestecito donde he comprado la verdura y me regala una bolsa con dos kiwis, dos manzanas y dos naranjas. En esta zona hay mucha niebla y llevo dos días sin ver el sol. Le pregunto al hombre que me ha pagado el café “¿donde está el sole?, ¿aquí no hay sole?” (pues sí, mi pésimo nivel de italiano no da para más, pero tampoco me iba a poner a estudiar todos los idiomas que voy a necesitar y al final consigo hacerme entender). Se ríe y me dice que no, que en verano sí, pero que el invierno en esta zona es siempre así, y añade: “aquí en invierno no viene nadie, por eso estamos todos tan contentos de que hayas pasado por aquí!”
  • Paro en una cafetería a reponer fuerzas. Hace frío así que alargo el café y el trozo de tarta mientras hablo con las 3 únicas personas que están allí conmigo. Me piden que les haga una demostración de cómo subo. Hace rato que he acabado así que les digo que sí, que salgan fuera a verme que me voy ya. Subo a la bici y me despido con la mano. A los pocos metros me doy cuenta de que no he pagado. Doy la vuelta y, sin bajar de la bici, les digo “Lo siento!! Que se me ha olvidado pagar!!”. Se rieron y no me dejaron hacerlo.
  • Paro en un bar para entrar en calor. Veo las opciones y pido un trozo de pizza. Está muy buena así que pido otro trozo. Cuando la camarera me lo trae me dice “te lo ha pagado el hombre de la mesa del fondo”. Voy a hablar con él y a darle las gracias. Cuando veo que va a pagar, le digo que se espere y salgo fuera para coger una pegatina con el logo del blog y regalársela. El camarero ya le está devolviendo, me mira y me pregunta si ya he tomado café, le digo que no y le pide al camarero que me lo ponga y se lo cobre también. Me lo tomo y le digo a la camarera que se cobre el primer trozo de pizza…. y no lo hace porque mi benefactor ese día también me lo había pagado.

Y, para variar un poco, os dejo un par de anécdotas sin «invitación».

  • La primera la protagoniza uno de tantos coches que, tras adelantarme, paran unos metros por delante para hacerme una foto. Era un día de los que pedaleaba bajo un manto de nubes y apenas llevaba 10 minutos en la bici. Sale una mujer del coche que parece muy contenta
    – “¿Poso fare una foto?”.
    – “claro!”
    – “¿De la España?”
    – “Si…”
    – “Está girando su Facebook!!”
    Paro a hablar con ella y me cuenta que en los últimos días le han llegado muchos vídeos míos circulando en bicicleta por la zona y añade “te estás haciendo famoso!!”. No me volvió a pasar yno he encontrado ninguno de esos vídeos en internet, pero por lo visto tuve mis momentos de fama en esa zona.
  • La segunda la protagoniza un abuelo de más de 80 años en cuya puerta dejé la bici para ir a cargar agua. Después de mirar un rato a Vita, me dice que entre en su casa y me enseña una autentica colección de bicicletas y de útiles para fabricarlas. La más antigua es de 1930, pero están todas impecables. Tiene un tándem desmontable que me cuenta que usó en la guerra para pasar gente de un lado al otro, una bici que tiene el faro con una bombilla que funcionaba con petróleo y otras maravillas que disfruté viendo un buen rato.

Y, ya para terminar, en el apartado de anfitriones fue un placer conocer a Ausilia y a Chiara.

Chiara es una simpatiquísima chica que me acogió en su precioso piso en Milán. Es una periodista libre que trabaja en una radio independiente. Me dice que en esa radio los sueldos son muy bajos pero que es feliz porque, a diferencia de lo que ocurre en prácticamente todos los demás medios de comunicación, puede hablar de lo que quiera sin presiones ni guiones. Me dijo que me sintiera como en casa pero en realidad me trató tan bien que parecía que estaba en un hotel. Me preparó una deliciosa cena y un gran desayuno y hasta tenía que “discutir” con ella para que me dejara fregar los platos a mí.

Ausilia es una máquina. ¿Habéis oído hablar de la “Iditarod”?, ¿os suena una carrera con trineos tirados por perros que recorre Alaska? Pues hay una versión en bici. 1800km en invierno, con solo unos pocos puntos de paso donde recibir algo de ayuda y sin ni siquiera un móvil al que poder llamar si tienes algún problema. Ausilia es la única europea que la ha corrido. Lo ha hecho dos veces y, la segunda, batió el record de la prueba dejándolo en 17 días, 6 horas y 25 minutos (yo tardé mes y medio en hacer esa distancia con Vita). Me contó que había días que no podía beber porque era imposible encender un fuego por las tormentas de viento y nieve para derretir nieve y que, otras veces, hacía 24 horas seguidas para ahorrarse una noche de acampada. A pesar de estas gestas es una chica súper humilde y muy bondadosa que, con algo de timidez, trata de quitarle importancia a lo que ha hecho con frases como “no es para tanto, a mí me gusta el frío” o “es que estoy acostumbrada a correr carreras de 24 horas seguidas en bici” (su récord son 536km en ese tiempo…. volviendo a las comparaciones: lo que yo tardo en hacer unos 9 días). Además de esto trabaja, estudia para sacarse la carrera de preparador físico, cuida de su padre enfermo y saca tiempo para entrenar. Me alojó encima de su casa, en una habitación rústica con estufa de leña donde aproveché para descansar un par de días, escribir calentito la última publicación del blog e  intentar que se me pegara algo suyo!

Y aún me falta, entre los anfitriones, nombrar a Carlo (del que ya os adelanto que es un nombre ficticio) y a Mauro e Ilaria, mis amigos Italianos que se ocuparon de mí los últimos días antes de navidad (y de Vita mientras yo estaba de “vacaciones”), pero creo que estaréis todos de acuerdo en que esto lo deje para las próximas publicaciones, que escribo pocas veces, pero cuando me pongo….

Os dejo con las fotos de esas semanas desde un campo base muy acogedor que me han cedido para que descanse un par de días 🙂

Paisajes y pueblos de la costa Italiana:lrm_export_20170125_181345

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Buenos días universo!!!lrm_export_20170111_110648

Acostarse viendo esto:lrm_export_20170111_111345

Y levantarse con estas vistas: lrm_export_20170110_213044Hacen que me cueste no enamorarme de mi nueva vida 😍

Con Chiara en su piso en Milán:dsc_0564

Ausilia y su hermano despidiéndose de Vitadsc_0558

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Unos encuentros afortunados

“En el episodio anterior” os dejé en Toulón tras pasar dos días en “mi cabaña privada” (hace tiempo que apenas veo la tele y no sé si aún las harán, pero me encantaban las series donde te recordaban qué había pasado y no tenías que hacer el esfuerzo de recordar)

Salgo de esa ciudad muy tarde. Tengo problemas con el móvil, mañana es el cumple de una de mis sobrinas y no es una opción dejar al azar el encontrar un locutorio para llamarla. Pierdo casi toda la mañana con esto. Finalmente consigo solucionarlo y empiezo a pedalear bajo un sol estupendo, con el viento a mi espalda y disfrutando mucho del camino.

Sobre las 3 veo a un chico mirándome a la salida de una gasolinera. Cuando paso delante de él exclama algo sobre la bici y me pregunta dónde voy. No iba a parar (si lo hiciera con todos los que me dicen algo no avanzaría), pero unos metros después me doy cuenta de que la pregunta es de lo más original que me han hecho cuando voy pedaleando (cuando paro y hablo con la gente sí, pero nunca hasta ahora como primera pregunta), así que paro y me paso un rato hablando con él. Cuando ya me voy a ir me dice si me hace falta algo, le digo que no y me pregunta si ya tengo sitio para dormir…. aún me queda un buen rato de sol y quería aprovechar este estupendo día para avanzar, pero me suelo fijar mucho en los ojos de la gente y los suyos reflejan el azul de un mar en calma, así que le digo que no tengo sitio para dormir y que, si me invita, estaría encantado de quedarme en su casa. Se queda pensando y me dice que en realidad tiene la casa hecha un desastre y muchas cosas que hacer porque mañana también sale a hacer un viaje en bici (3 meses a Nueva Zelanda con su familia en un tándem), pero no duda mucho en decirme que me quede en su casa y me lleva hasta allí. Se llama Hugo, su mujer Jen y tienen un encantador hijo de 4 años que se llama Hélio. Congeniamos enseguida. Les propongo hacer una tortilla de patata y acompaño a Hugo al súper a comprar. Vamos “discutiendo” quién pagará y, como no me deja hacerlo a mí, aprovecho que va a una bodega a comprar una botella de vino para llevarla a Nueva Zelanda para comprar yo otra para esta noche. Yo me curro la tortilla de patatas y él unas galletas de chocolate. Durante la cena no paramos de reír. Tenemos el mismo sentido del humor y Hélio ayuda mucho con sus ocurrencias. Es un encanto que no para de hablar (aunque, a pesar de su edad, siempre piensa antes de hacerlo), cuando se está comiendo la galleta se queda unos segundos pensando y dice “es que me estoy comiendo la galleta muy a gusto, pero mientras me la como no puedo hablar!”. Nos quedamos hasta tarde de tertulia. Antes de dormir Hugo me pregunta qué tal estoy, le digo que me siento afortunado por haberlo encontrado en mi camino y me dice que él también, que para ellos ha sido como empezar el viaje un día antes.

Al día siguiente me preparan un súper-desayuno y, por si no me llevaba bastante de allí, Hélio interrumpe mientras estoy hablando con sus padres y tengo esta mini-conversación con él que me hace crecer varios palmos:

Hélio: Quico….
Yo: Oui?
Hélio: Je t’aime…

Porque sus padres me habían caído genial, que si no lo rapto y me lo llevo conmigo!

Y como en esta vida tiene que haber de todo, poco después empezaron los problemas. La transmisión de la bici empezó a fallar, el hornillo no funcionaba bien (más de una noche pensé que me quedaba sin cenar mientras le pedía que aguantara un poco para poder recuperar fuerzas) y la esterilla volvía a deshincharse varias veces cada noche a pesar de que la hundí un par de veces en agua sin que saliera, aparentemente, ninguna burbuja.

Contacto con un chico en Internet que ofrece alojamiento. Vive a unos 20km de Niza (que en principio parece mejor sitio para parar) y me tengo que desviar un poco de mi ruta para llegar a su casa, pero en su perfil pone que tiene un pequeño taller de bicis en casa, que le gustan los malabares y el mimo, así que decido que vale la pena conocerlo. Estoy a unos 75km de su casa y no suelo hacer más de 60 así que ese día, aunque no lo suelo hacer, pongo el GPS del móvil en marcha para ir directo y poder llegar cuanto antes. Al principio voy encantado porque me va llevando por caminos y carreteras sin apenas tráfico, pero luego me mete en un parque natural, por caminos de tierra y piedras, llenos de baches y con muchísimas pendientes. La transmisión de Vita no aguanta la fuerza que tengo que hacer para poder ir subiendo, así que me toca empujarla en las cuestas más pronunciadas y, al poco tiempo, no puedo ni con las más leves sin que la cadena salte, cruja y se queje del trato recibido. No sé si la propia cadena, el piñón o el plato, pero está claro que si sigo así algo va a acabar rompiéndose. Paro y me paso más de una hora llenándome las manos y ropa de grasa intentando improvisar algo. Acabo haciendo una auténtica chapuza, pero parece funcionar. No creo que aguante esas cuestas si sigo por ahí, así que deshago el camino andado y busco la carretera. Escribo a mi anfitrión para decirle que no voy a llegar. Ya anocheciendo llego a una ciudad, encuentro una pequeña arboleda con un puente al lado y al otro el aeropuerto. Creo que es el peor sitio en el que he acampado, pero hoy me vale cualquier cosa. Pienso que entre mis dos “vecinos” no me van a dejar descansar por el ruido, pero entre empujar a Vita y la tensión del día estoy agotado y duermo 11 horas casi del tirón….y eso que la esterilla sigue pinchada.

Finalmente al día siguiente llego a casa de Guillaume, mi anfitrión. Más que una casa es un enorme terreno con 3 niveles de un amigo suyo, Manu, que está viajando por el mundo en barco. La parte inferior es un enorme jardín donde viven Guillaume y Jérôme (puedes mear donde quieras, me dice Guillaume, pero intenta cambiar de sitio o, si lo prefieres, hay un baño al fondo) hay dos caravanas, varias furgonetas, un barco en construcción, una cabina de teléfono, un tótem y muchísimas bicis entre otras muchas cosas. Para los amantes del orden igual es un caos, para mí era un pequeño paraíso. En la parte de en medio y arriba hay dos casas donde viven las encantadoras Mélodie y Ágnes, amiga y madre de Manu respectivamente. Yo me instalé en la parte de atrás de una de las furgonetas, en una cama habilitada allí para recibir visitas y pasé allí 3 días buenísimos en los que me hicieron sentir parte de esta pequeña familia. Me costará olvidar los desayunos y comidas al sol, las cenas regadas con vino, las tertulias con licor a la luz de la luna y toda la ayuda que me prestaron para resolver mis problemas.

Me costó salir de allí, pero les prometí a mis sobrinos que, este año que estoy cerca, volvería unos días en navidad y tenía que continuar en viaje si quería pillar el vuelo.

La última noche que ceno con ellos Guillaume se ofrece a acompañarme unos km al día siguiente. En seguida se apuntan todos así que mi despedida es una mini masa crítica de 5 personas hasta Niza en otro día perfecto para pedalear. Una vez allí lo alargamos un poco yendo a comer a unas rocas al lado del mar y, finalmente, nos despedimos con un café en la terraza de un hotel, yo con la sensación de dejar más amigos en el camino a los que espero volver a ver algún día.

Sigo mi camino hasta Mónaco. Mi entrada allí no se puede decir que fuera gloriosa….más bien todo lo contrario. Mélodie anoche escribió a varios amigos que vivían en la ruta por la que yo iba a pasar y, finalmente, me consiguió alojamiento en casa de Anabelle, una amiga suya que vive allí. Había quedado con ella a las 7 y llego antes, así que decido aprovechar el tiempo haciendo un poco de turismo. Me acerco al casino y, en cuanto pongo el pie en tierra, viene un policía a decirme que me vaya de allí (parece que el azul de mi bici no pega con rojo el rojo Ferrari, que se lleva más en esa acera). Me dirijo al barrio antiguo, solo hay una calle para entrar y hay un policía en medio. Me da el alto y me dice que los turistas solo pueden pasar andando. Le digo que no hay problema, que dejo la bici allí y voy andando. Me dice que no, que me vaya. Pasan unos niños y empiezan hacerle fotos a Vita y preguntas a mí pero, antes de que pueda acabar de contestar, vuelve el policía a echarme otra vez. Estoy a punto de irme no solo de allí sino del país, pero ya son casi las 7 y voy a buscar a Anabelle. Tiene una cafetería en un mercado, me llena de comida y cervezas y luego salimos hasta cerrar un par de garitos (el segundo de ellos de su amiga Freddie, que lo abrió expresamente para los 3 y donde perdí la cuenta de los chupitos de un delicioso ron filipino que nos tomamos). A la mañana siguiente vuelvo a la cafetería de Anabelle donde Corinne, su hermana, me invita a desayunar (aunque igual debería decir “comer” por la cantidad de comida que me prepara). Me doy una vuelta por el casco antiguo (andando y con la cámara de fotos colgada del hombro para no levantar sospechas 😉 y, a la vuelta, ante la expectación de mucha gente del mercado que quiere ver como subo en la bici y con una “bolsa sorpresa” que me prepararon Anabelle y Corinne para el viaje (un bocadillo, varias piezas de fruta, una bolsa con frutos secos y dos trozos enormes de una torta de manzana deliciosa que alargué para tener postre un par de días) salgo del país feliz por haber conocido su lado más humano.

Y de ahí pasé a “la bella y generosa Italia”, donde la vida me siguió sonriendo….pero eso lo leeréis cuando ya tengamos todos unos cuantos trozos de turrón en el estómago 🙂

Que disfrutéis de las fiestas!!!

dsc_0434-0Con Hugo, Jen y Hélio .

dsc_0435-0Hélio apuntando maneras como cicloturista.

dsc_0441Restaurante en primera línea.

dsc_0445Hotel con certificado ambiental Iso2016.

dsc_0444«Te la cambio por el rojo!» «Yo por el amarillo!»…»que noooo, que ya os he dicho que no se cambia…»

dsc_0446Paisajes.

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dsc_0455Una de las cenas con Mélodie, Guillaume y Jérôme.

dsc_0461El jardín de Guillaume.

20161208_131041No, aún no he llegado a Asia (por suerte aún me queda mucho antes de llegar allí), pero me encontré a estos 3 paseando por la playa de Niza.

dsc_0464Mini masa critica el día de mi despedida….

DCIM100MEDIAMélodie trabajó muchos años viajando con un espectáculo de caballos y ese día nos hizo una demostración.

dsc_0474Casino de Mónaco  (eso es todo lo que me dejaron acercarme).

dsc_0491-0Mónaco.

dsc_0484-0Mónaco .

dsc_0488-0Mónaco .

20161210_101424Corinne y parte del desayuno que me preparó.

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Al mal tiempo buena cara

Si, aquí también ha llegado el mal tiempo. Con frío, viento y lluvia, pero saliendo en noviembre tampoco esperaba otra cosa y no lo llevo mal.

He tenido días malos, aunque lo he pasado peor por las noches. Tuve unos días en los que no tenía mucha suerte buscando anfitriones (muchos aquí en Francia piden que les avises con una semana de antelación, pero no he dejado una vida acomodada para programar tanto ni para meterme presión para llegar a un sitio) así que he acampado bastante estas semanas. A veces disfrutando mucho del lugar encontrado y otras en algún refugio donde cuenta más la protección que las vistas. Un par de noches me ha pillado tormentón y, entre la mucha agua caída y mi poca experiencia en estas circunstancias, pasé unos ratos de lo más entretenidos usando unos calcetines como mocho para ir sacando el agua mientras contaba los segundos entre los rayos y los truenos para ver si se alejaba la tormenta. Cuando ya pasó el agua se me pinchó la esterilla y me pasé una noche despertándome notando el suelo e hinchándola para volver a dormir un rato más.

Y después de dormir mal, y pedaleando con frío y viento, me he sorprendido muchas veces sonriendo los días siguientes. Y es que Vita no solo saca sonrisas a los demás sino que, además las consigue para mí que a veces voy despistado, veo a alguien mirándome con cara de ilusión y me contagia su sonrisa.

En lo negativo se ha cumplido una de la predicciones que me habíais hecho algunos, y es que Vita, además de sonrisas, también puede provocar accidentes. No fue nada grave esta vez: una pareja de jubilados que venían por el carril contrario se me quedaron mirando. Pasé de largo y escuché un fuerte ruido, el coche se había saltado una pequeña mediana que separaba mi carril del suyo y se había quedado estancado en ella. Afortunadamente pudieron salir de ahí sin problemas.

También he tenido encuentros que me han llenado. Como el de una niña a la que su padre le estaba haciendo una foto delante de Vita. Yo estaba enfrente, dentro de una cafetería justo delante de la ventana. La niña me mira sonriendo y le hago gestos con la mano para que suba a la bici. Se lo dice a su padre pero este parece no creerle. Le cambia un poco la cara, me vuelve a mirar y vuelvo a repetir el gesto. Se lo vuelve a decir a su padre que no se fía y se asoma para pedirme confirmación. Le hizo la foto y, al bajar de la bici, la niña, con una sonrisa enorme, se puso a dar saltos de alegría mientras aplaudía….y a mí se me caía la baba 🙂

Como ya comenté todos los días me paran varias veces. Los tengo clasificados en dos tipos, los que me preguntan por Vita y su funcionamiento y los que me cuentan su vida. Yo prefiero a los que me cuentan su vida. Dos ejemplos de estos días han sido una mujer que me contó historias de cuando de joven viajó hasta India con unos que se dedicaban a llevar autobuses para venderlos allí y un hombre que me contó que era profesor de soldadura y no paraba de mirar a Vita repitiendo “c’est magnifique”. Luego me contó que estaba recibiendo quimio por un cáncer de próstata y que había perdido 15kg en poco más de un mes. Lo curioso es que nos entendimos, a pesar de que él solo hablaba francés (y el mío es menos que básico) y que me lo contó mirando casi todo el tiempo a Vita sin dejar de sonreír, como si me estuviera contando que sus acciones habían subido.

Lo bueno de Francia es que hay muchísimas “piste cyclable” y, cuando encuentras una, es un placer ir durante km por caminos donde solo te cruzas con otras bicis o con caminantes. Lo malo es q, cuando toca ir por carretera, suelen ser estrechas y sin arcén y los franceses no suelen dejar mucho espacio a las bicis. Eso sí, son muy saludadores (sobre todo en el sur) y me animan mucho con sus “bon courage!”, “Bgravo!” y “superg!” que escucho a diario.

En el apartado de anfitriones, q también he tenido, pasé una velada muy buena con Marie, Jo y sus hijos en su casa a pocos km de la frontera. Ellos viajaron hasta Kirguistán en caravana, por Sudamérica en bici y ahora están esperando a que sus hijos crezcan un poco para volver a viajar. En Marsella me quedé con Sylvie y Alexis, unos amigos de mi prima que me dieron una habitación digna de un gran hotel y una deliciosa cena con charla que se extendió hasta que nos acabamos la botella de vino. Dos días después, tras una noche acampando en un parque natural a pocos metros de unos toros que no paraban de mugir, me acogieron Philipe y Danielle en Toulón. Un caso extraño entre los anfitriones que, normalmente, son gente que ha viajado y quiere devolver parte de la hospitalidad recibida. Ellos no han viajado y simplemente les encanta recibir gente. Para ello tienen una casita aparte en el jardín con cuarto de baño propio. Todo un lujo para un viaje como el mío que aproveché quedándome dos noches allí.

Y, aunque no se le puede llamar anfitrión, he dejado para el final lo mejor. No puedo presumir de valiente (me acojona cualquier atracción de feria que se mueva o gire un poco rápido), ni de aventurero (hoy en día, con tarjeta de crédito en el bolsillo y un móvil que hasta te puede decir donde hay pizza si te apetece una, creo que el concepto de aventura se queda grande), pero sí puedo presumir de contar con grandes amigos repartidos por el mundo. Entre ellos un pequeño grupo que tiene la buena costumbre de “interceptarme” unos días en mis viajes. Jordi forma parte de ese grupo y es el tercer continente en el que lo hace. Esta vez le pillaba “cerca”, pero aun así se metió 8 horas de tren para venir a regalarme un finde con gastos pagados en Arlés, muchas horas de charla y muchas risas q me vinieron genial. Gracias de nuevo Jordi!!!.

Y en el apartado de “medios de comunicación”…pues ya sabéis que hice mi debut. Lo curioso es cómo me enteré: Paró un periodista a hablar conmigo en un pueblecito donde había parado a buscar alojamiento (esa historia la dejo para cuando hable de lo que suma, o más bien resta, ponerle a Vita un cartel), me hizo unas pocas preguntas, una foto, y me dijo que iba a salir en el periódico. No hice mucho caso a esto último porque creía que no lo vería y, además, me parecía que había preguntado poco para escribir un artículo. Al día siguiente, paro en una cafetería a tomarme un café y noto que la gente me mira….tengo que aclarar q estoy más que acostumbrado a que la gente me mire, pero cuando estoy con Vita. En casos como este que la dejo fuera, la gente a mí apenas me echa una mirada rápida para volver a centrarse en ella. Pero en este caso había varias mesas mirándome descaradamente y comentando algo. Finalmente se acercó una mujer con el periódico y me enseñó la noticia preguntándome si yo era ese. Ya comenté que no ando muy sobrado de ropa y ese día, al igual que el anterior, iba tapado, así que lo que se veía de mi era la misma chaqueta y los mismos pantalones con los que salía en la foto. Entre eso y que llevaba el sombrero en la mano me entraron ganas de decirle “anda! Como he has reconocido?”, pero con mi nivel de francés sólo pude confirmarle que sí era yo. Me invitó a sentarme en su mesa con una pareja mayor y, cuando me di cuenta, me habían pagado el café. Seguí mi camino y a los 10 minutos me cruzo con un ciclista que venía en sentido contrario y me saluda con un “Hola Quico!” que me hizo mucha gracia. Y hasta ahí duró mi momento de fama.

Y a la próxima más que ya me he enrollado bastante. Que conste que intento resumir, pero parece q no se me da muy bien 🙂

DSC_0413.JPGPiste cyclable

DSC_0512.JPGotra…

dsc_0507Refugio sin vistas.

DSC_0482.JPGMarie ,  Jo y los niños.

dsc_0479Habitación – cueva con mucho encanto en casa de Marie y Jo.

dsc_0484El viento tampoco sopla siempre a gusto de todos, y ese día yo no lo estaba disfrutando demasiado que se diga.

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dsc_0497En acción!

dsc_0492No tengo una ruta demasiado definida (o más bien nada) ni demasiada prisa así que, aunque sea para dar una vuelta, intento entrar en los pueblos y ciudades que me pillan cerca.

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dsc_0391Encuentros en el camino.

dsc_0393Urbanización vacacional en horas bajas.

dsc_0418Descubrir que un pueblo que se llama «aguas muertas» es en realidad precioso y pasarte casi una hora tomando café en su plaza principal.

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dsc_0428Y esta es la cara  que se te queda cuando llegas al hotel en el que vas a pasar el finde después de 5 noches acampando.

img-20161126-wa0004Con Jordi en Arlés.

dsc_0433Toulón.

dsc_0435Toulón.

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Primeras vivencias

Parece mentira pero ya han pasado casi dos semanas de viaje y creo que ya toca dar señales de vida. No sé a vosotros pero a mi se me ha pasado volando y, de momento, estoy disfrutándolo muchísimo. Voy generando sonrisas y caras de asombro por donde paso. Ni siquiera puedo decir que viaje solo, si tengo ganas de hablar sólo tengo que bajar de la bici y alguien viene a preguntar. Puede que dentro de unos meses me canse de estas conversaciones, pero de momento me encanta ver la cara con la que miran a Vita y la que ponen cuando les digo donde vamos.

Cuando aún no llevaba alforjas, la gente solía preguntar como subía o bajaba de esa bici (cuando estás arriba todo el mundo te pregunta cómo bajas y, cuando estás abajo, cómo subes), pero ahora se ve que parezco mucho más raro y lo que me suelen preguntar es por qué voy con esa bici tan alta. A veces lo explico un poco y otras lo resumo con un “porque si fuera con una bici normal no habrías venido a hablar conmigo”…. y casi todos me dan la razón.

Vita es toda una relaciones públicas y estoy encantado de los encuentros q me proporciona. Un día paré en una playa a comprar pan y se acercó una pareja, Jordi y Marga, después de las preguntas de rigor me dijeron que habían estado 3 años viajando en barco por el mundo y me invitaron a comer. Lo mejor no fue la comida (que también) sino la motivadora tertulia y el buen rato que pasamos en el salón de su casa. Otro caso que me hizo mucha ilusión es un hombre (lo siento, no soy bueno para los nombres y no apunté el tuyo) que se acercó otro día mientras estaba comiendo algo en un bar. Me invitó a su casa a dormir pero justo ese día iba a reencontrarme con unos viejos amigos y le tuve que decir que no. Nos despedimos y, unos 3 pueblos más adelante, veo una moto de cara que se cambia de carril y para en el arcén de mi lado. Pensé que era alguien que quería hacerme una foto o preguntar como bajaba de ahí (no esa la primera vez que me pasa) pero, cuando estuve a su altura y se quitó el casco, vi que era el mismo que me había invitado a su casa. Me contó que llegó a casa, se puso a leer mi blog y le gustó tanto que le dijo a su hija que se subiera en la moto para ir a buscarme y que viera lo que estaba haciendo. Me regaló un par de pulpos y unas bridas y, supongo que sin saberlo, un bonito recuerdo para que no se me olvide por qué decidí hacer este viaje así.

Tengo otros encuentros mucho más esporádicos. Hay gente que me sonríe directamente, otros que me miran con cara extraña y otros, directamente, como si estuviera loco (q no digo yo que no, pero no vamos a discutirlo ahora 😉 yo tengo ratos que dejo que me miren sin interactuar demasiado (normalmente a primera hora del día cuando ando aún medio dormido)y otros que voy en modo “roba sonrisas” y voy saludando y sonriendo a la gente y, como por arte de magia, las caras suelen cambiar para devolverme el saludo o la sonrisa. Por supuesto también están los que se manifiestan totalmente en contra de lo que hago, en concreto un viejecito que me crucé en un puente al salir de Barcelona y que soltó, como si yo no le escuchara, un “menudo batacazo se va a meter el idiota este”…en este caso, no sé muy bien por qué, el que se puso a reír fui yo y pensé que igual tengo que cambiar el nombre del blog para llamarle «a 100 sonrisas por hora y un insulto por semana».

Muchas veces acampo y otras me quedo en casa de gente. De momento he tenido muchísima suerte con mis anfitriones. La primera parada fue en casa de Juan y su familia. A Juan lo conozco desde hace más de 15 años, y creo que lo digo todo si cuento que empezó siendo mi subordinado en una empresa, acabó siendo mi jefe en otra y en ningún momento hemos perdido la amistad. Pasé con ellos una noche muy familiar y, al día siguiente, su hijo Lucas se quería venir conmigo en bici hasta China. Los siguientes fueron Aleu y Taka, una pareja que vinieron desde Thailandia a España en bici y con los que contacté a través de «warmshowers», una conocida página para cicloturistas. La madre de Aleu cocinó una lubina al horno y un pulpo con los que me puse las botas y luego nos quedamos Aleu, Taka y yo, en una animada charla en la que, además de muchas risas, me llevé unos cuantos consejos para mi viaje. De momento gracias a esos consejos, conseguí desprenderme de más de 4 kilos de equipaje en Barcelona (ya sabéis a quien echarle la culpa cuando salga con la misma ropa en todas las fotos 😉 En Barcelona me quedé en casa de mi amigo Quino quien me cuidó, me cocinó, me acompañó en todas las cosas que tenía que hacer por allí y me hizo sentir como en casa. Luego pasé por Vallgorguina, a ver a Pepe y Eva, dos soles que me llenaron de amor y energía a pesar de que fue allí donde me lesioné . Me costará quitarme la imagen de Pepe que, tras entrar en casa y verme tumbado en el sofá jodido de dolor, me dijo con una gran sonrisa “bueno, has tenido suerte, te ha pasado en el mejor sitio, estás en tu casa!”…y sí, tengo que admitir que fue una suerte lesionarme allí. Finalmente, y con esto paro ya de enrollarme, os escribo desde casa Xavier en Salt, un pueblecito al lado de Girona. Ex-alcalde (ahora jubilado), activista de la bicicleta desde hace muchos años, gran cocinero y con un viaje desde aquí a Japón en sus piernas….seguimos aprendiendo!!!

Besos y abrazos ya a la sombra de los pirineos 🙂

P.D: Os dejo unas fotillos para que no me riña mi editor que me dijo que lo que quiere la gente en internet es poco texto y mucha foto y, claramente, no le he hecho mucho caso 😉

dsc_0437Vita codeándose con los grandes.

img-20161114-wa0008Con Pepe y Eva (y Pastor, que se nos unió un par de días) en pleno proceso de rehabilitación.

dsc_0414Juan, Vanesa, Lucas y Daniela, mis primeros anfitriones.

dsc_0427Vita después de superar su primer test de terreno irregular y con pendientes.

dsc_0435Cada vez que me levanto en un sitio así agradezco al departamento de contabilidad que restringiera mi gasto en alojamiento 🙂

dsc_0434Con Aleu y Taka.

20161105_153559Hacía un día estupendo, pero me hubiera gustado tener unas palabras con el que puso el cartel indicando que esa era una ruta para bicis…

dsc_0431Vita ligando.

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Xavier haciéndome de guia por Girona.

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Vamos que nos vamos!!!

Parecía que no llegaba nunca el día. Tras una mudanza que no acababa nunca, unas piezas que tardaron casi dos meses en llegar, una muela del juicio a la que le dio por salir cuando quizás menos me interesa tenerlo y unos «ultimos ajustes» que no acababan nunca, por fin llega el momento de empezar a vivir mi sueño 🙂

Muchas gracias a todos los que lo han hecho posible. A esos que no puedo nombrar pero que me ayudaron con el diseño y montaje de la bici (y de la otra). A los que se pasaban por casa a ver que tal iba sabiendo que les podía enmarronar con cualquier tarea. A los que venían directamente a enmarronarse. A los que han aguantado mis histórias con los problemas de montaje durante todo el verano. A mi corrector de textos particular. A mis amigos de Comet por ser los primeros en aportar al proyecto  y, sobretodo, a mi amiga Mariblue pq sin ella este blog no existiría.

No sé  cada cuento escribiré ni si seré capaz de plasmar en unas cuantas letras e imágenes las vivencias del camino, pero intentaré compartirlo por aquí con todo el que se anime a entrar de vez en cuando a ver qué cuento.

Un abrazo y nos vemos por el camino!!

Quico drilo.

 

 

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