Irán 1. Como ser famoso pero sin pasta

Así me sentí en muchas ocasiones en Irán y tengo que reconocer que me costó aprender a gestionarlo. Pero vamos por partes.

Entré en el país después de un buen rato en la frontera donde, a pesar que no revisaron mucho a Vita, a mí sí me marearon llevándome de un funcionario a otro. En el primer pueblo me encontré a Tim, un holandés que tambiéń viaja en bici y pasé mi primera noche en el país acampando con él.

Acampé un par de noches más hasta que llegué a Marand. Allí había contactado con Akbar, de la página de «duchas calientes», quien no podía alojarme pero me puso en contacto con su amigo Yashar, un estudiante de 18 años que es todo un profesional y devoto guía de ciclistas. en esa ciudad. Él no puede alojar porque vive con sus padres, pero se ofreció a llevarme a un alojamiento y luego enseñarme la ciudad. El alojamiento resultó ser un hotel y me negué a quedarme allí y a que me lo pagara. Él insistía, haciendo gala de una generosidad y un hospitalidad que tendría ocasión de comprobar muchas veces después en este país, pero le dije que no, que me llevara a ver la ciudad que ya saldría algo. …y no tardó ni media hora en aparecer la solución: en el primer sitio que paramos se acercó mucha gente a ver a Vita, entre ellos Ali, quien se ofreció a darme alojamiento. Me llevaron a la tienda de su amigo Mohamed mientras, me dijeron, limpiaban el sitio donde me iba a quedar: una amplia habitación con literas encima de un gimnasio. De vez en cuando venía algún amigo suyo y me pedían que saliera para hacerse una foto conmigo pero, en cuanto la hacía, empezaba a aparecer gente y se formaba un tumulto a mi alrededor: gente que me pedía una foto mientras otro me decía «welcome to my country», otro «where are you from?», etc. El tumulto iba creciendo hasta que Yahsar o Ali, se ponía delante de mí escudándome de la gente y mientras el otro me sacaba de allí metiéndome de nuevo en la tienda.

Los más pesados eran los políticos, que estaban en campaña electoral e insistían una y otra vez en hacerse una foto sujetando el cartel con la foto de algún sonriente candidato a mi lado. Esa mañana, antes de llegar a la ciudad, ya se me había acercado un hombre para que pegara uno de esos carteles en Vita. Le dije que no, que ni siquiera sabía quién era el de la foto y me contestó muy sonriente “soy yo!!”. Afeitado, peinado y con traje no se parecía a la persona que tenía delante y, evidentemente, aún sabiendo quien era no acepté poner el cartel.

LRM_EXPORT_20170731_115631Con Yashar, Ali, Mohamed delante de la tienda-refugio.

LRM_EXPORT_20170731_115813Momento de relax alejado de tumultos.

Estuve un par de días en Marand y la escena del tumulto se repitió varias veces. Por una parte estaba muy a gusto con mis anfitriones turnándose para complacerme pero, por otra, me agobiaba un poco lo de las acumulaciones de gente y, además, necesitaba un poco de privacidad y de sentirme independiente y autosuficiente (las preguntas “¿tienes hambre?” “¿quieres un helado?” “¿un té?» y  hasta “¿necesitas ir al baño?” eran continuas y me abrumaba un poco tanta atención).

De ahí me dirigí a Tabriz, y tuve la suerte de conocer a Goyo, un viajero vasco que también iba para allá en su camino hacia Nepal. Quedamos en un parque de la ciudad y allí pasamos dos días acampados aprovechando para descansar, poner a punto las bicis y hacer un poco de turismo. En principio parecía que íbamos a durar poco juntos (ya que viajábamos a distintas velocidades y él hacía bastantes más kilómetros que yo al día), pero nos fuimos acoplando e hicimos todo el camino hasta Teherán juntos. Todo un placer compartir más de una semana con un viajero como él: alegre, solidario, flexible con las circunstancias del camino y de quien no recuerdo escuchar ni una queja en todo el tiempo que estuvimos juntos.

Lo de la atención mediática se seguía dando en la carretera: entrando en Tabriz los coches se paraban en una autovía de 3 carriles delante de mí para hacerme fotos (poniéndome en peligro, ya que me tenía que cambiar de carril con coches viniendo a mucha velocidad por los otros dos) así que, además de por la buenísima compañía, me vino genial estar con alguien para dividir la atención de la gente y dejar que fuera él quien «atendiera a las visitas» cuando yo no tenía humor para hacerlo.

Viajamos más de una semana juntos. Casi siempre acampando aunque, en un par de ocasiones, aceptamos la generosidad de las familias locales para dormir en sus casas. Nos ofrecieron alojamiento varias noches, pero aislarte con alguien de confianza, lejos de las miradas, fotos y curiosidad de los locales, nos apetecía más la mayoría de los días. Nos separamos poco antes de llegar a Teherán, él se fue a casa de su anfitrión y yo a buscarme la vida a ver quién me acogía.

LRM_EXPORT_20170731_115943Con Goyo visitando el zoco de Tabriz.

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LRM_EXPORT_20170731_120004Acampando.

LRM_EXPORT_20170731_120710Reponiendo fuerzas en el camino.

Internet funcionaba muy mal esos días así que llegué sin nada buscado (aunque para nada preocupado, que ya había podido comprobar que la frase que había escuchado a tantos viajeros: “la gente de irán es la más hospitalaria del mundo”, no era una exageración). Ya en la ciudad, me metí en un locutorio y mandé mensajes a varios que ofrecían alojamiento en la página de “duchas calientes”. Mientras esperaba alguna respuesta, me fui a un café que se anunciaba en esa misma página. A pesar de que no podían alojar (porque la pareja que lo llevaba vivía con los padres de uno de ellos) ofrecían un café gratis a los viajeros que pasaran por allí y parecía un buen sitio para esperar.

El café se llama “Dr coffe” y allí me encontré a la encantadora Eli y su marido Hamid. Cuando se enteraron de que aún no tenía alojamiento, llamaron a su amigo Hadi que no dudó en alojarme. Vino a buscarme, fuimos todos a cenar juntos y acabamos el día en casa de Hamid compartiendo té y una de las deliciosas sandias locales que tantas veces iba a poder degustar en este país.

LRM_EXPORT_20170731_120854Con Hamid, Eli y Hadi en la cafetería.

Al día siguiente, tras dejar que también me invitaran a desayunar,  me trasladé a casa de Alireza, un corredor de ultra maratones que fue el primero que contestó a mi petición. Un hombre súper relajado y tranquilo que, nada más llegar, me dió las llaves de su casa y toda la independencia del mundo para hacer lo que me viniera en gana. Lo único malo era que la casa tenía el techo de uralita y era un auténtico horno, pero aun así, abusando de su generosidad, acabé pasando allí un total de 16 días, aunque divididos en 3 partes.

La primera duró más de una semana, aproveché para conocer un poco la ciudad, ampliar mi visado en Irán, gestionar los visados de Uzbekistán y Turkmenistán, poner a punto a Vita y comprar cosas para la siguiente parte del viaje. También para compartir tiempo con otros viajeros, en concreto con los suizos Mathias, Gregor y Claudia y el turco Barish, que también pasaron esos días por casa Alireza y quieres hicieron aún más agradable mi estancia allí. También pasé un par de tardes con Korneel, el viajero belga que conocí en Italia y con quien también coincidí en Turquía.

LRM_EXPORT_20170731_121955Con Alireza en su casa.

LRM_EXPORT_20170731_121844Mathias, Gregor y Claudia.

LRM_EXPORT_20170731_121644Un día Alireza  nos llevó a su club de ciclismo a dar una charla sobre nuestros viajes.

LRM_EXPORT_20170731_121813Cena popular en casa de Alireza.

Mi idea era bajar a la mítica Isfahan en bici y, desde allí, cruzar el desierto con destino a Mashad (al este del país) para pasar a Turkmenistán pero, cuando lo contaba, todo el mundo me decía que era una locura hacer eso en esta época del año. Por otra parte, en esta enorme ciudad me movía mucho con Vita y estaba bastante saturado de que la gente se acercara a preguntar cada pocos segundos. Ya no me hacía tanta ilusión y, en demasiadas ocasiones, me costaba responder con una sonrisa.

Recuerdo que antes de empezar el viaje mucha gente me preguntaba si no tenía miedo. Yo solía responder que el único miedo que tenía era el de cansarme de la atención de la gente…. y me estaba empezando a pasar. Así que decidí dejar a Vita unos días, pillar una mochila y aprovechar los transportes públicos para conocer algo más de este maravilloso país…..pero eso será en la próxima entrega, que Irán es mucho Irán y no cabe en un solo post 😉

LRM_EXPORT_20170731_120907Teheran.

LRM_EXPORT_20170731_121023Teheran.

LRM_EXPORT_20170731_121051Teheran.

LRM_EXPORT_20170731_121501Comprando suministros para el viaje.

LRM_EXPORT_20170731_121337La oferta es amplia 😉

LRM_EXPORT_20170731_121136Teheran.

LRM_EXPORT_20170731_121115Teheran.

LRM_EXPORT_20170731_121156Una de las exóticas bebidas con las que calmar el calor en la capital.

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LRM_EXPORT_20170731_120611Uno de los antiguos caravansarais que los viajeros han usado para alojarse durante siglos en este país.

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LRM_EXPORT_20170731_114848Acampando en uno de los fértiles valles del país.

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LRM_EXPORT_20170731_133956Rumbo al este…

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8 respuestas a Irán 1. Como ser famoso pero sin pasta

  1. Maravillosa historia , leerte a las diez de la noche es como ir a un cine de verano , sigue así viviendo la ruta como solo tu la vives , y contándonosla como lo haces es un privilegio para todos los que te seguimos , Un Abrazo desde Getafe .

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  2. lu dijo:

    Solo con ver las caras de la gente que se hace foto contigo, se puede apreciar el buen rollo que transmites ….. que suerte tiene Vita!!!!
    Un super abrazo ,
    Lu

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  3. Elvira dijo:

    Kiko! Me alegra mucho leerte! Y pensar que hace semanas ya que coincidimos en Bujara. Espero que todo sigue genial, la vuelta a la realidad es muy dura

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  4. chemele dijo:

    Esperaba con ganas la crónica de Irán, es una país que me atrae mucho y del que sólo leo cosas buenas por parte de los viajeros, sabía que ibas a triunfar allí 🙂

    Un abrazo muy grande y sigue disfrutando!

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