Turquia. ¿De verdad he llegado hasta aquí?

Entré en Turquía con muchas ganas de llegar a Estambul y apreté el ritmo hasta lograrlo. La entrada en esa ciudad fue de lo más estresante: aún me quedaban 50 km y ya estaba en una autovía de 3 carriles centrales y dos carriles laterales por sentido. Yo iba por estos últimos que, en principio, parecían mejores, aunque con la cantidad de coches y autobuses que se me cruzaban para entrar o salir de la vía principal, dudaba muchas veces que esa fuera la mejor opción. Por una parte fue un estrés, pero por otra estoy seguro de que ahí batí el récord de sonrisas por hora: imposible contar todos los coches que me adelantaban saludándome, grabándome o haciéndome fotos!

Los pitidos eran constantes. La mayoría para saludarme, unos pocos para recriminarme (porque el conductor de turno pensaba que esa carretera no era para mí) y otros para acelerara el coche que se había puesto junto a mí para grabarme.  Después, en muchas ocasiones, el siguiente coche también se ponía a mi lado para grabarme un rato, así que no sé muy bien si le estaba recriminado la velocidad al primero o estaba pidiendo su turno 😉

Al final, con una buena dosis de adrenalina, llegué a Estambul. Me fui directo a la plaza de Sultanahmed, el centro turístico de la ciudad, con la idea de hacer un par de fotos e ir a casa de mi anfitrión a disfrutar de una ducha y un merecido descanso, pero se me empezó a acercar gente para preguntar por el viaje y hacerse fotos conmigo y estuve allí casi dos horas. En un momento dado, un turco que estaba mirando me dijo “deberías cobrar!”. Yo me reí y le dije que no, que había hecho esta bici para sorprender y hacer sonreír a la gente y que eso debería ser gratis (aparte de que si le pongo el cartel para cobrar no se acerca ni el tato). Él insistía y me decía “que no, que tienes que cobrar!!! ¿No ves que tienes gente haciendo cola para fotografiarse contigo??” Y así era: entre turistas y locales tenía una pequeña cola de gente esperando….y fue en ese momento cuando, por primera vez en este viaje, valoré lo que había hecho: ni más ni menos que llegar desde mi casa hasta las puertas de Asia. Un pequeño paso comparado con lo han hecho otros viajeros, pero era mi paso y empecé a sentirme orgulloso por ello.

Me dirigí a casa de mis anfitriones, Hamsa y Gaia quienes regentan un centro de yoga y meditación donde pasé una semana. Un remanso de paz durante las horas que pasaba allí y que contrastaban con el ajetreo de los bazares y tiendas a los que fui a buscar algunas cosas que me hacían falta para proseguir mi viaje, reparar otras tantas o simplemente perderme paseando por ellos. Normalmente en las ciudades suelo aparcar a Vita para disfrazarme de turista normal, pero en esta tan grande prefería moverme con ella a usar el transporte público y la gente me lo pagaba con sonrisas, fotos y buen trato allá donde iba. Otro de los sitios en los que, más que desplazarme, parecía que iba desfilando de un sitio a otro. Me encanta Estambul y fue un placer hacer vida de barrio allí. Tener mi café donde acabar de despertar por la mañana y desconectar un rato cada tarde, mi pastelería donde darme mi capricho diario y escuchar, prácticamente todos los días, las palabras “España” y “Malasia” en las explicaciones que los comerciantes del barrio, que ya me conocían, daban a sus clientes cuando yo pasaba por delante.

Había pedido el visado de Irán antes de llegar a Turquía. Pensaba que iba a tardar más pero, un par de días antes de llegar a Estambul, me llegó la confirmación de que me lo habían concedido. El único problema es que lo tenía que recoger en Erzurum, al este del país, y tenía menos de 3 semanas para hacerlo. Había llegado el momento de atajar y decidí recorrer el sur de país buscando un mejor clima. Solo tenía que tomar un bus y, en unas 12 horas, podía estar pedaleando al lado de la costa y volver a nadar en mi querido mediterráneo.

La salida de Estambul también fue muy estresante, para llegar a la estación de autobuses tuve que recorrer varios km de autovía, solo que esta vez lo hice de noche lo que le añadió un extra de emoción. Di un buen respiro cuando llegué, pensaba que el resto sería fácil, pero no lo fue tanto:

Nada más llegar paro en una de las muchas empresas de autobuses que hay. Los de la oficina flipan con mi bici y, tras preguntar si puedo viajar con Vita, me dicen que sí. Está a punto de salir un autobús y en ese no, pero que en una hora sale otro y seguro que puedo meterla. Me comentan que el que tiene la última palabra es el “captain” (el conductor) y que llega en 5’. Me espero y no llega hasta 10´antes de que salga el bus. Mira mi bici y me dice que no la puedo meter, que está lleno. Estoy seguro de que no es así, pero no consigo convencerle. Justo en ese momento pasa por allí Sinan, un guía turístico que habla español. Me pregunta qué me pasa y se ofrece a ayudarme. Como si el problema fuera suyo, se pasa casi 3 horas conmigo, yendo de empresa en empresa, entrando para sacar al responsable de turno y enseñarle mi bici. A más de uno, cuando dice que no y se da la vuelta para irse, lo coge de la manga para llevarlo a la bici y enseñarle el mapa que llevo detrás para que vea lo que estoy haciendo e intentar ablandarle. Uno tras otro se niegan. Sinan no pierde la sonrisa en ningún momento y sigue insistiendo a pesar de que es muy tarde y le están esperando en casa (y claramente está ocupado porque no para de recibir llamadas). Al final logra convencer al responsable de una de las empresas pero le dicen que, como llevo mucho volumen, tengo que pagar dos billetes. Acepto y Sinan me invita a cenar algo mientras esperamos que llegue el autobús. Luego me ayuda a desmontar la bici (llenándose de grasa) y a meter bici y equipaje dentro.  Cuando ya está todo, vamos a por el billete y, entonces, la empresa decide que tengo que pagar no 2 sino 3 billetes. A mí, con la hora que es,  y solo por no tener que sacar a Vita y empezar de cero, ya me da igual, pero Sinan, no contento con este cambio de última hora de sus compatriotas, me dice que yo solo pague mi billete y que él pagará por la bici. Le digo varias veces que no, que ya ha hecho muchísimo por mí, pero es más cabezota que yo (lo cual no es fácil) e insiste hasta que le dejo hacerlo. Así que si alguno de vosotros viene a Estambul y necesita un guía os recomiendo (y casi que os ruego) que le contratéis a él para devolverle en parte todo lo que hizo por mi (dejo una copia de su tarjeta bajo en las fotos).

Tras un largo viaje en bus llegué a Antalia con muchas ganas de pedalear, pero a Vita no le había sentado muy bien el viaje y la dirección (que ya venía arrastrando problemas) dijo basta. Rentabilicé parte de las herramientas y repuestos que cargo desde que salí montando un pequeño taller de bicis en el andén de la estación (donde no faltaron manos para ayudarme) y en un par de horas pude continuar mi viaje.

Ya no tenía las prisas de llegar a Estambul y pude disfrutar no solo de los bellos paisajes de este país, sino también de la simpatía y amabilidad de su gente. Mucha gente me comentó que ya casi no venían españoles desde los atentados de finales del año pasado y principios de este. Yo me sentí tan (o tan poco) seguro como en cualquier ciudad europea. El país es barato, tiene muchísimas cosas que ver,  la comida es deliciosa y la gente amable. Lo de que me invitaran a un té (que a veces venía seguido de desayuno, comida o picnic) era una rutina que se repetía varias veces al día y que hacía que mi media de km bajara tanto como la de las sonrisas subía. El récord de “no velocidad” lo batí un día que me había levantado a las 7 y, a las 11, tras una invitación a té, otra a desayunar y otra parada de un motorista para preguntarme si me hacía falta algo y charlar un rato, solo había recorrido 3 km.

Recorrí con placer parte de la costa sur, acampando siempre cerca de un mar que no iba a volver a ver en mucho tiempo y aprovechando para darme algún chapuzón que, aunque frío, me sentaba de maravilla. Llegué a Mersin ya necesitado de lavar tropa y descansar un poco. Había contactado con Nuzhet, una profesora de universidad que me cuidó durante un par de días y me dejó su casa para mí solo un par más, para que alargara mi descanso antes de dirigirme hacia la asombrosa capadocia.

Tenía que pasar varias montañas para llegar allí. Aunque sudando mucho, aguanté mejor que Vita, a quien le salió una grieta en una de las barras que bajan hacia la rueda de detrás. Tenía que encontrar un buen soldador y rápido, o mi viaje peligraba.

Estaba en contacto con Korneel, el viajero belga con el que coincidí en Italia. Habíamos quedado en Nevsehir, una ciudad al lado de capadocia. Él llegó antes que yo y acudí a casa de Serhat, donde se estaban quedando él y otros 4 viajeros más. Serhat, «casualmente» (gracias universo de nuevo!), tenía un amigo que customiza motos y quads, Oguzhan, quien soldó a Vita sin cobrarme nada, cambiando la grieta por una cicatriz que se llevó de recuerdo de ese país.  Tras dos días en casa de Serhat descansando, comiendo bien y compartiendo vida viajera, nos fuimos a acampar otros dos a capadocia.

Yo había estado allí hace unos cuantos años. Entonces estaba mucho menos masificada de turistas pero, esta vez, recorriéndola en bicicleta, la pude disfrutar mucho más. Tengo que reconocer que, durante el día, me agobiaban las hordas de turistas y, sobre todo, el polvo que levantaban con sus ruidosos quads. Pero esos mismos turistas, me hicieron disfrutar de uno de los amaneceres más bonitos que he visto en mi vida: con un bellísimo paisaje decorado con casi 100 globos que muchos de ellos pagaron para ver amanecer desde las alturas.

Me despedí de nuevo de Korneel, esta vez era yo el que iba a tomar un transporte y él quien se iba en bici. Fui a la estación de autobuses. Era puente y me dijeron que todos los autobuses estaban muy llenos y que no iba a poder meter mi bici, que probara en la siguiente ciudad porque desde allí salían más. Empecé a pedalear pero, a los 10km, me lo pensé mejor: mi tiempo se acababa, pero hasta que no acabara el puente iba a ser difícil meter a Vita en cualquier sitio, así que di la vuelta y me quedé disfrutando un día más de la energía y las preciosas vistas de ese lugar.

Volví a alcanzar a Korneel que estaba en casa de Aziz, un astrónomo que nos cocinó, nos dio una muy interesante charla sobre el espacio y hasta me llevo a una fiesta de cumple de uno de sus amigos. Apenas me quedaban dos días para recoger mi visa y, aunque en principio no se podía, decidí intentar meterla en el tren para recorrer los más de 600km que aún me separaban de Erzurum,  mi destino. Con nocturnidad y alevosía, y con la ayuda de varios jóvenes que me vieron en el andén y se apuntaron enseguida a ayudarme en el intento, la metí y el tren arrancó sin que hubiera pasado aún el revisor. Cuando llegó se quejó bastante, pero de nuevo con la ayuda de los jóvenes, que me hacían de intérpretes y también le intentaban convencer, la movimos al pasillo donde no molestaba demasiado. Entre eso, y que supongo que no tenía ganas de parar el tren para que yo bajara todas las cosas, acabó cediendo y hasta haciéndose fotos con Vita.

No había buscado nada en esa ciudad, pero uno de los jóvenes que me ayudaron, puso un anuncio en un grupo turco de viajeros en Facebook con una foto de Vita y mi número. Me escribieron varios y me quedé con Yavuz, el primero que me escribió. Dejé las cosas en su casa, me hizo una visita guiada por la ciudad y me invitó a cenar. Al día siguiente, recogí mi visa y proseguí mi camino por unas montañas frías pero con unos paisajes por los que valía la pena sufrir un poco. Hice una última parada en Agri. Me pilló la lluvia y escribí a Furkan, de la página de warmshowers. No estaba en casa pero le dio mi teléfono a Hakan, un amigo suyo que me mandó un mensaje enseguida y me invitó a quedarme dos días en su casa (por cierto, enorme, como casi todas las que conocí en esta país) y con él, mientras disfrutaba de la lluvia desde la barrera, me tomé las que iban a ser mis últimas cervezas en mucho tiempo (en Irán el alcohol está prohibido).

Desde ahí fui sin parar hasta Irán, un país que tenía muchísimas ganas de conocer desde hace años….y hasta entonces pensaba que estaba acostumbrado a la atención y buen trato de la gente y,  también hasta entonces, pensaba que Vita era la única que iba a salir con cicatrices de este viaje….. pero eso será en la próxima entrega (siento dejaros con la intriga, pero ya que no me explayo muy a menudo por aquí, de alguna forma tengo que conseguir que aguantéis esperando mi proximo post 😉).

Que disfrutéis del verano!!!!

Llegada a Turquía:LRM_EXPORT_20170610_145108

 

Vita triunfando :LRM_EXPORT_20170610_145234

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Invitaciones de todo tipo:LRM_EXPORT_20170610_145205

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Llegada a Estambul:LRM_EXPORT_20170610_145502

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Hamsa en el centro de yoga:LRM_EXPORT_20170610_145714

 

Este niño, refugiado sirio, me descubrió los últimos días en Estambul. Desde que lo hizo,  venía todos los días a buscarme al café para que le dejara darse una vuelta con Vita. LRM_EXPORT_20170610_145641

 

Sinan en acción:

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Improvisado taller en la estación de autobuses:LRM_EXPORT_20170610_150430

 

Recorriendo la costa:LRM_EXPORT_20170610_151608

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Nadie dijo que fuera fácil:

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Con Nuzhet en su preciosa y enorme casa:LRM_EXPORT_20170610_152049

 

Rumbo a Capadocia:LRM_EXPORT_20170610_153001

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Hay días en los que no hace falta una bola de cristal para saber que tu futuro se presenta frío y duro:LRM_EXPORT_20170610_152536

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Problemas:LRM_EXPORT_20170610_153233

 

Y soluciones :

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Grupo de viajeros con Serhat:DSC_1113

 

Capadocia!!😍

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Korneel y Aziz:LRM_EXPORT_20170610_142414

 

Vita dejándose llevar:LRM_EXPORT_20170610_142627

 

Erzurum:LRM_EXPORT_20170610_143206

Cenando con Hakan y un amigo en Agri:LRM_EXPORT_20170610_143922

Rumbo a Irán:

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10 respuestas a Turquia. ¿De verdad he llegado hasta aquí?

  1. Quiko que maravilloso fantastico viaje de vida…te felicito lograr tu sueño eres un personaje, y Vita tu amante compañera tu fiel guerrera…me dejas con la intriga de que te pasooooo..¿ mientras yo espero a que termines de pedalear,….. y recopiles mas maravillosos momentos de armonia con el universo que conspira para ti….anim que recibe una lluvia de bendiciones junto a Vita y la gente que te rodea…saludos desde Monterrey.

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  2. Carlos O. dijo:

    Quico, ¡que bien saber de ti! Excelente crónica. Me alegro de que estés teniendo suerte.
    Nosotros en México pasándolo un poco mal, pero leyéndote se sobrelleva mejor.
    ¡Mucha suerte!
    Un abrazo.

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  3. chemele dijo:

    Eres muy grande, mucho más que tu bici 🙂

    Totalmente enganchado a tu aventura! Un abrazo!

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  4. Sonia dijo:

    Hola Kiko menuda aventura estas viviendo ehh? Que bonito todo espero que estés bien muchos besos desde la playa de Almenara cuidate. 😍😘

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  5. lu dijo:

    Increíbles tu y Vita!!!! me acuerdo de las pequeñas conversaciones preparando a Vita, de tus dudas y miedos por la reacción de la gente….. creo que más no se puede pedir, te están respondiendo como te mereces….. sigue así amigo, sigue repartiendo sonrisas con Vita y con tu maravillosa sonrisa tan sincera, humilde y sobre todo valiosa. Las fotos espectaculares!!! un abrazo enorme

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