Los carteles de Vita y la historia de Carlo

Lo dije antes de empezar el viaje y cada día lo reafirmo: Vita es un circo ambulante. Cada vez que paro, la gente se acerca a ver qué es eso, hacerle fotos y, los más lanzados, a preguntar algo sobre ella. Me pasa todos los días a cualquier hora…. excepto cuando le pongo una pizarra que llevo que hace de cartel. No lo suelo hacer pero, cuando lo hago, más que un cartel parece que le haya puesto un ahuyenta personas. Si pones un cartel, la gente lo asocia a que estas vendiendo o pidiendo algo y, la gran mayoría, aunque no puede dejar de mirar esa bici tan extraña, lo hace de reojo y de lejos, sin querer acercarse a ver que pone no sea que eso los comprometa de alguna manera.

La primera vez lo probé en Barcelona, ponía algo así como “Hola! Me llamo Vita y me voy con el del sombrero a Asia. ¿Quieres ayudar? Hazte una foto, llévate una pegatina y deja un donativo”. Solo se acercaron dos parejas (muy simpáticas, eso sí) y acabé quitando el cartel para que la gente no se cortara en hacerle fotos.

La segunda fue en Francia, tenía casa en Marsella pero aún me faltaban unos cuantos km para llegar. Ya estaba cansado y no me apetecía sufrir así el estrés de entrar en una gran ciudad a la iba a llegar de noche, así que llamé para decir q llegaría al día siguiente. Me sobraba tiempo para acampar así que decidí repetir el experimento. Esta vez, pidiendo un techo para poder pasar la noche. Solo se acercaron 4 personas. Primero un inmigrante que me dijo q su hermana le había llamado diciendo que se había puesto de parto. “Me voy al hospital y, si es una falsa alarma, paso a por tí y te llevo a mi casa, por supuesto hermano!”, me dijo. Luego dos gitanas, una abuela y su nieta. La abuela estaba enferma (llevaba un aparato del que salían dos tubos que le entraban por la nariz) y me dijo que lo sentía mucho, pero que su piso era muy pequeño y no podía acogerme. No paraba de repetir “pobrecito” mientras yo le explicaba que no pasaba nada, que lo normal es que hubiera acampado sin pedir nada pero que, como tenía tiempo, había puesto el cartel a ver si encontraba algo mejor. El tercero fue el periodista que luego me sacó en el periódico…y acabé acampando.

Lo volví a probar en Francia, había encontrado un sitio para acampar cerca de un Decathlon. Ya era de noche, por lo que no tenía ninguna prisa por hacerlo con luz, y decidí probar suerte poniendo la bici a la entrada a ver si pillaba a algún fanático de las bicis y me llevaba a su casa….pero nada.

Me quedé con pocas ganas de volver a repetir, pero en Italia, pasé en un día de estar bañándome en la playa a estar en la montaña a 0 grados bajo una densa niebla. Mi cuerpo notó mucho el cambio y no me apetecía nada la ducha de agua fría que precede a la acampada, así que decidí probar una vez más.

Se acercaron dos o tres personas, más con curiosidad que con ganas de meter a un extranjero a su casa. Finalmente apareció un hombre que, tras leer el cartel, se vino directo a mí y me dijo “yo te puedo ayudar”. Lo hizo y dormí caliente y agradecido, pero la historia fue algo surreal.

Este es el hombre que adelanté  que voy a mantener en el anonimato: Carlo.

Carlo solo tiene 2 dientes,  cojea y seguramente va menos limpio que yo (que llevo todo el día pedaleando), pero sus ojos no me dicen que sea una mala persona y, para una vez que lo del cartel sale bien, no me voy a poner quisquilloso. Me voy con él, de camino me dice que tengo que dormir en el suelo y me advierte que su casa está sucia y nada ordenada “porque vivo solo”. Llego a su casa, tiene más mierda de lo que me imaginaba. La pila y la cocina llenas de platos, ollas, sartenes, etc.,  y un cenicero encima de la mesa que, a pesar de que solo usa para las colillas (la ceniza la tira directamente al suelo) está a rebosar. Me pide 30 euros pero no entiendo para qué los quiere. Le digo que no me puedo gastar eso en una noche. Me dice que vayamos a casa del cura, que él me los dará si le digo que no tengo dinero. Le digo que no voy a mentirle al cura, que mi viaje es muy largo y sí tengo dinero, pero no para dárselo a él, que si me ha traído por eso me voy y tan amigos, pero que no se los voy a dar. Me dice que no, que me quede. Me doy una ducha caliente que sabe a puro lujo a pesar de lo que la rodea. Cuando salgo me pregunta si me gusta el vino. Le digo que sí y propone ir a comprar vino. Me dice que cuesta 1.5€, le doy 3 y trae dos tetra-bricks, uno de blanco y otro de rosado.

Me ofrezco a fregar. Empiezo y me doy cuenta de que en varias cazuelas y sartenes hay comida de varios días, algunas con moho. Huele fatal (y eso que, después de trabajar varios años en depuradoras, no es que sea yo muy exquisito con los olores). Le echo jabón al estropajo y empiezo por los platos que parece lo más fácil. Al tercero, al estropajo no le queda ni resto de espuma. Cojo el lavavajillas y, cuando me ve echando jabón otra vez, me suelta “poco, poco, que es caro”….es una botella de litro y medio que no creo que valga más de 1€. Claramente tiene una economía selectiva porque, por otra parte, se empalma los cigarros sin parar y, cuando ve que le he puesto poco aceite a un sofrito que estoy haciendo, toma la botella y ahoga mi sofrito bajo un dedo de aceite.
La pasta la cocina él.
– “¿Tu comes mucho?”
– “Sí, me lo pide el cuerpo con tanta bici…”
– “¿Lo echo todo?”
Es un paquete de 500gr…
-“¿Todo?,¿que tú cuanto comes? porque yo la mitad seguro que no me como.
-No pasa nada, lo echo todo y lo que sobre me lo como mañana.”

Se acuerda de que no tiene queso (en realidad solo tiene pasta y aceite que le debe dar alguna ONG), le doy dinero para que compre y lo trae.

Acabo de fregar, la basura está hasta arriba y, entre lo que ya tenía dentro y los restos que he añadido yo, no me parece buena compañera de habitación.
– “¿Esto donde se tira?”
– “Tranquilo, no te molestes! Ya la sacaré yo, que hace frío. “
– “Si no es molestia de verdad, que esta chaqueta es buena y me vendrá bien andar un poco”
Me explica dónde está el contenedor y antes de que me vaya añade
– “pero no tires la bolsa. Vacíala en el contenedor y tráela, que no tengo otra”

Ya estaba todo cerrado y no podía comprarle unas bolsas. Estuve a punto de dejar la bolsa tal y como la llevaba en el contenedor, pillar una al azar de las que ya estaban dentro, vaciarla y llevársela….. pero tampoco conocía al resto del barrio para saber lo que me podía encontrar, solo iba a tener que compartir una noche con ella y a saber si Carlo le había pillado cariño después de tantos usos…. así que seguí sus instrucciones al pie de la letra.

Cenamos dándole con alegría al vino (cuya calidad-precio me pareció estupendo ese día). Me cuenta que tiene cáncer de pulmón. Se lo detectaron hace 9 meses, “no te puedes imaginar lo mal que lo he pasado”, me dice. También me cuenta que vive de una pensión de 280 euros que solo le dan para luz y calefacción (donde tampoco escatima, porque la calefacción está a tope y tiene varias luces y la radio encendidas día y noche).

Después cenar me dice q tiene que salir a empeñar un traje por 30 euros (primero me dice q le costó 800 euros y luego 300 y, algo más tarde, 360). Se va y yo me acuesto. Me despierta hora y media más tarde cuando llega. Enciende la luz del salón y se sienta en la mesa.

– “¿Qué tal Quico? ¿que cuentas?”
Me incorporo un poco y consigo abrir los ojos
– “Pues nada, aquí… calentito”
– «¿Tienes hambre? Porque yo sí y voy a hacerme unas patatas fritas».

Le recuerdo que hay espaguetis y me dice que se los guarda para mañana.

Mientras espera que se hagan las patatas (y sigue empalmando cigarros) me pregunta:

– “¿Te gusta la coca?”
– “No. Yo de eso no tomo”
– “A mí sí», dice mientras se rasca la cabeza y mira al suelo
– “Podrías traer coca de España, si es buena aquí la pagan a muy buen precio.”
– “Ya, pero yo no tomo, no sabría si es buena o no…”
– “En España es buena que entra en Europa por ahí. Tráete y podemos ganar mucho dinero.”
– “Si no te digo que no…. pero yo no conozco nadie que venda, no tengo contactos, no sabría lo que estoy comprando….”
– “Tu pregunta, me llamas estas navidades y me dices cuánto vale”
….un par de cigarros después…
– “Estas navidades me llamas, me dices cuánto vale y te traes.”
– “En la bici hubiera podido, pero ahora vuelvo en avión y no podría pasarla por el aeropuerto.”
– “Ah, claro,por el aeropuerto no la puedes traer….”

Durante la cena me ha hablado un par de veces de Costa Rica. La segunda le he preguntado si había estado allí y me ha dicho que no, pero que un amigo suyo estuvo y le dijo que era un país muy bonito. Como si se hubiera olvidado de lo del aeropuerto me dice:
– “Tú me llamas estas navidades, no digas coca, di que la botella de vino que te pedí vale tantos euros. Ahora no te puedo dar nada, pero tu tráetelo que ganaremos mucho dinero y nos podremos Ir a Costa Rica juntos”.

Y ya tuve que darle falsas esperanzas diciéndole que ya lo miraría y le diría algo pq veía que aquello no tenía fin.

Él aprovecha para decirme que mañana me tengo que ir pronto, porque le ha parado la policía para pedirle los papeles, le ha preguntado si tenía a alguien en casa y él ha dicho que no, así que mejor que salga pronto para que no me vean los vecinos. No me cuadra la historia (en un pueblo tan pequeño dudo que no le conozcan y le pidan los papeles) pero tampoco tenía pensado apurar hasta la hora del check-out y casi que agradezco salir temprano de allí.

A la mañana siguiente, después de recordarme un par de veces que le llame estas navidades me pide 5€ para tabaco. Al principio le digo que no. Me resisto a darle dinero para algo que le está matando, pero luego recapacito y me doy cuenta que es de las pocas alegrías que le quedan y, al fin y al cabo, a mí la gente no me pregunta en qué uso el dinero que me dan. Así que se los di y me marché de allí tras escuchar por última vez el “llámame estas navidades!”.

De momento no he vuelto a probar lo del cartel, pero seguro que acabo haciéndolo. De hecho quiero probar una nueva modalidad: escribir en la pizarra “Te deseo un día lleno de sorpresas!!” y sentarme dentro de alguna cafetería desde donde pueda ver las caras de los que se acerquen a leerlo. Ya os contaré que tal….si se acerca alguien, claro 🙂

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3 respuestas a Los carteles de Vita y la historia de Carlo

  1. Bicicleting dijo:

    Jajajajaja…que grande Quico! A nosotros en Francia, también, nos pasó algo parecido. Digo en quedarse en casa de un personaje, pero esto es otro nivel. Buena ruta!!!

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  2. Iván Barrenechea dijo:

    Que todo te siga saliendo bien Sano

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